Basta de todo
Néstor Sánchez fue un escritor argentino nacido
en 1935 y muerto en 2003; su obra es de culto y experimental, también su vida:
entre libros como Nosotros dos o La condición efímera, Sánchez se fue del
país en los setenta, donde había ejercido, consecuente, todos los protocolos de
la bohemia pre-rocker, y anduvo de viaje derivando por Sudamérica, Europa,
Nueva York y California. En el gran país del norte fue clochard, homeless, croto;
vivía en las calles y se las arreglaba como podía, con lo mínimo. O con lo
máximo, porque en esos años era, sobre todo, seguidor a rajatabla de las
enseñanzas de Georges Gurdieff, el místico armenio-ruso, y su camino hacia la
trascendencia autoconsciente. Buscaba liberarse de la esclavitud de los hábitos
corporales; tomaba sus notas con la mano izquierda. Aunque en esos años renunció,
Sánchez, a seguir escribiendo, a hacer obra: la escritura valía si prolongaba
la investigación experimental que es la vida misma. Si no, si se convertía en
objetivo sagrado con peso de deber, en ansias de fama y reconocimiento, ya no.
Osvaldo Baigorria se fascinó con Sánchez. Y se
encerró en una isla del Tigre a escribir sobre él –sobre ambos, sobre Sánchez
pero también sobre sí mismo. Porque si el interés de Baigorria por los
desertores de la sociedad –su pesado sistema de obligaciones, su trillado
repertorio de premios-, ya había sido plasmado en su hermoso libro Anarquismo trashumante. Crónicas de crotos y
linyeras, también él fue trotamundos con bolsito al hombro; coincidiendo
con Sánchez, incluso, con pocos años de diferencia, en ambas costas
estadounidenses.
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