Pistas para cambiar el
mundo.
Detrás del humo de Fiebre de sábado por la noche o la risa de YMCA, el disco muestra
una trama política donde la música y el baile consumaron liberaciones sexuales
y raciales.
Que la música disco es frívola y prefabricada,
que expresa el divertimento indiferente erigido sobre la derrota de las utopías
de los sesenta, que es cómplice del elitismo más snob, que explota la tradición
funk con fines comerciales, que en Argentina fue –Travolta mediante- el fondo
musical de la Dictadura: los agravios que carga la historia del disco impiden
ver una génesis mucho mas compleja e interesante, que excede al género en sí y
alcanza a replantear las representaciones de la historia cultural del último
medio siglo. “Sexualidad e integración racial en la pista del baile” es el subtítulo
del libro de Shapiro –periodista estadounidense especializado en historia de la
música negra-, y resume comprimidamente su tesis fundamental: que “no se trata
de lo que pasó en los sesenta, se trata de lo que pasó en los setenta”, como
cita al batero de Blondie Clem Burke; es decir que fue en las hedonistas y
eufóricas pistas de baile de los setenta, con epicentro en Nueva York, donde se
materializaron consecuentemente los sueños pregonados en los sesenta: la
desenfrenada liberación sexual, la igualdad racial, el encuentro comunitario en
torno al placer. Y encima, prescindiendo del “uniforme de los jeans”.
Pero el autor no se limita a un reemplazo del
culto a una década por otra; aunque resueltamente busca des-idealizar los
sesenta y revalorizar los subsiguientes. Shapiro realiza un profundo y
sustancioso ensayo sobre la música como vector dinamizante de la vida social
general. La cultura es lo que puede sostener el ánimo de una ciudad en las
crisis, como fue el caso del éxtasis artístico que vivía Nueva York durante su
descalabro económico en los setenta. O prefigurar modos del trabajo y la
cooperación productiva, como los dj’s que empezaron a unir canciones, tratando
al material musical como un flujo único, ininterrumpido, y ya no piezas
separadas que se suceden cortes mediante. En el mismo gesto, el dj desacraliza
la obra de arte que es el disco, y enaltece el estrellato de la multitud
danzante: el disco es en ese sentido una fuerza democratizante, la
consolidación festiva del protagonismo de quienes habitan el llano –de hecho los
“creadores” en el disco son sobre todo productores que componen tras bambalinas
y convocan vocalistas e instrumentistas.
El monumental trabajo de Shapiro se basa en una
impactante erudición histórica del universo que narra (y el soul y funk previos,
y punk y hip-hop posteriores); evita el aburrimiento de los datos al
acompañarlos con un minucioso saber técnico-musical y, además, una alta gracia
expresiva: leer el libro con Internet al lado es seguir una historia fascinante
y una experiencia sumamente pedagógica.
[RS 11/2013]
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