Tuesday, August 04, 2009

Reseña de La virgen cabeza, de Gabriela Cabezón Cámara (Eterna Cadencia)

Paraíso de mierda
Como una flor que surge en un basural con tal exhuberancia como para que su despliegue fuerce –aún sin perder fragilidad- un reacomodamiento de lo demás en torno suyo: así está escrita la historia de esta madura primera novela y así es el proceso que vive su protagonista. Que no es, en rigor, ni la “travesti santa” villera a la que le habla la Virgen y con su prédica milagrosa comienza a organizar el barrio, rescatar a los pibes de la densa oferta de atajos a la muerte que les presenta el mundo, ni tampoco es la periodista policial que en principio se acerca a ella para escribir su historia y salvarse ganando algún concurso con esa representación mediática, no: la protagonista de esta historia es la comunidad villera, la villa misma, y la única salvación posible deriva de juntarse.
¿Qué es una villa? La autora evita contestarlo desde los clichés del temor clasista o la buena conciencia progresista. Con un registro casi delirante, pletórico pero de lectura veloz, entre el desgarro y la fiesta (en diálogo con Spinoza y Nietzsche, Aira y Cucurto), ajusta la pregunta desde una ética y en pos de una fertilidad imaginativa: ¿qué puede una villa? Su esplendor vitalista puede hacer de cualquier cosa un recurso, puede redefinir qué es la riqueza y la belleza, y hasta puede resultar, después de su impiadosa destrucción a manos de la valorización capitalista del espacio urbano, un paraíso perdido.
Publicada en Rolling Stone de Julio

Entrevista a Gabriela Cabezón Cámara en Debate

http://www.revistadebate.com.ar/2009/07/24/2114.php

Reseña de El comienzo de la primavera, de Patricio Pron (Ed Mondadori)

¿Holocausto? Yo, argentino.

Castillos medievales rodeados de nieve, sombras presionando desde “el fondo de la Historia” y cavilaciones en tren a través de la Selva Negra son el grandilocuente marco de una búsqueda de piezas del pensamiento metafísico del siglo veinte menospreciadas, búsqueda cuya motivación última es en verdad tan oscura como la relación de los individuos alemanes con su pasado, a veinte años de la caída del muro y sesenta y cuatro de la del Tercer Reich. ¿Obedecían los alemanes a la máquina social nazi desde el mismo impulso de sentido común desde el que cada uno obedece la máquina social que le toca?, parece ser una de las opciones en juego.
Ganadora del español premio Jaén de Novela (vigésimo cuarta edición), la cuarta novela del rosarino nacido en 1975 y emigrado en 1999 (primero a Germania y luego a España) impresiona en principio por la solidez de su prosa, por la condensación de tópicos mayores -como la tradicional tensión entre naturaleza y técnica en la cultura alemana- en la que podría si no ser “mera” descripción material de imágenes y situaciones. Como si el propio estilo, minuciosamente pulcro y cerebral, de frases largas sin cabos sueltos, diera cuenta de los temas que subyacen movilizando la historia de los personajes.
Un joven argentino viaja a Alemania para buscar a un filósofo ya anciano; quiere conocerlo, estudiar con él, traducirlo y difundirlo aquí. La novela tributa a Roberto Bolaño por apostar a la épica de la búsqueda de un autor misterioso, oculto y protagonista de un gran acontecimiento del intelecto y el espíritu. También acierta en que -como el chileno con la literatura y los literatos en 2666 y Los detectives salvajes, de la que toma el nombre de un personaje- sea una historia no tanto de filosofía como de filósofos. Hombres con un metié que constituye su delirio y su grandeza, la miel y el tormento de su alma, personajes románticos que emanan sentido. Y también como el chileno aunque acotado, apuesta por un esquema de relato coral, vía una lógica de mamushkas: el narrador cuenta que un personaje cuenta que otro contó que… así nos pasea por el sitio a Leningardo, por un crudo invierno danés y la Berlín oriental en los ochenta.
Pero sin embargo, y más allá de que en comparación con la hondura riqueza y la belleza trágica de las grandes novelas de Bolaño Pron es una sombra, hay que señalar que allí donde Bolaño apuesta por lo abierto, Pron apuesta por el cierre, el orden, y que allí, en lo oculto perseguido, donde Bolaño pone una fuente de singularidad vitalista, Pron pone a Hitler.
Pareciera sugerir El comienzo de la primavera que todo Occidente debe hacerse cargo de Alemania, uno de los pueblos más cultos de la tierra orquestando la más atroz masacre, el centro de la filosofía durante al menos dos siglos que desembocaron en la más acabada máquina deshumanizante. En ese marco, la deriva de Pron es triste: una filosofía que plantea la discontinuidad, esto es, la dimensión de desorden e incalculabilidad entre las sucesiones de hechos, la concepción no determinista del decurso de las cosas, termina asociada no a una libertad creativa sino a la locura individual o la aberración asesina colectiva.
Una versión algo más brevea salió en Rolling Stone de Julio.

Entrevista a Patricio Pron en Debate

http://www.revistadebate.com.ar/2009/07/03/2063.php