Friday, June 29, 2012

Reseña de Mason & Dixon, de Thomas Pynchon (Tusquets)


Aventura y emoción
Por AjV para Rolling Stone

Feliz noticia para los amantes del mundo: reedición en tapa blanda (mil páginas a $102) de una de las más hermosas aventuras que dio la literatura. Basada en hechos reales, década de 1760, un astrónomo y un agrimensor británicos –Mason y Dixon- viajan por el globo, primero a Ciudad del Cabo y a la demente isla de Santa Elena a medir el “tránsito de Venus” (los datos geofísicos son importantes para el Imperio), y, luego, a dirimir una disputa de límites entre estados de la aun colonia norteamericana, con el trazado minucioso de una línea recta extensísima, paralela al ecuador,  que separa lo que un siglo después serían bandos en guerra, el norte industrial y el sur esclavista; pero de ambas latitudes huye la línea al internarse hacia adentro en el continente “joven”, en territorio desconocido, donde la naturaleza salvaje, los indios, los franceses de Canadá, los jesuitas y hasta maestros del feng-shui chino, conforman un paisaje de realismo histórico donde cualquier cosa puede pasar, porque la imaginación y la paranoia creativa son parte de la esa realidad moderna.
Esta novela-mundo trata sobre prácticamente todo. Pero el motorcito afectivo que sostiene la curiosidad y el sentido del relato, es la amistad, el compañerismo. Y es en la convivencia, en el conocimiento cercano, donde se da el más detallado estudio del misterio y lo insondable. Compañero Mason, compañero Dixon, héroes y rozagantes herederos de Quijote y Sancho. Pynchon empezó a escribirla en la década del 70 y recién la publicó en el 97; con Mason y Dixon reformula la historia estadounidense, dándole la gran epopeya moderna que no había tenido (¿Moby Dick?), contada con una narración posmoderna, arborescente, fractálica, multidimensional, nunca presa de su destino; una prosa en sí misma libertaria, para leer toda la vida.




Reseña de Retromania, de Simon Reynolds (Caja Negra)


Mucho cadáver exquisito
[Por AjV para Rolling Stone 2012]

Nada tan a la moda como el pasado. El futuro llegó, pero no es lo que era; avanzamos de espaldas, reviviendo los recovecos de lo ya hecho… ¿Vivimos una época estéril, de actividad febril pero estéril, donde todos los hallazgos, todos los efectos de novedad, vienen disponibles del pasado? Homenajes, retornos, antologías, aniversarios y reediciones masterizadas, pero también refugios de las nuevas estrellas en la calidad inventada y genuina de las raíces: con tecnologías futuristas, el presente se organiza como jungla del ayer. ¿Realmente la orientación cultural del siglo veintiuno es un ecosistema de repeticiones, limadas por su sobreabundancia, y no se inventa nada?, pregunta Simon Reynolds, pero su pregunta es retórica, una pregunta del que no quiere creer lo que ve, y formula su interrogante antes de hacer la sistematización empírica del furor nostálgico.
Tras el conjunto de ensayos breves Después del rock, con Retromanía la editorial Caja Negra continua la introducción en Argentina de trabajo de Reynolds, crítico musical británico nutrido en filosofía francesa contemporánea, y refirma, asi, un incipiente ascenso de la cultura pop como entidad teorizable en el panorama letrado local; que esta tendencia se base en traducción de obras foráneas (como hicieran también Interzona y Adriana Hidalgo con libros del alemán Driedrich Diedrichsen, o Paidós con el ultimo volumen del estadounidense Greil Marcus) muestra que todavía hay mucho terreno local para explorar desde el ensayo de critica cultural. Como sea, el presente libro de Reynolds trabaja un problema –el progreso técnico pavimentado con los materiales est/éticos del pasado- que no es en absoluto extranjero a estas pampas, y esto vale para experiencias tan disímiles en todo sentido como la revalorización del tango, el 25 aniversario de Soda Stereo o la juventud identificada con el doctor Cámpora. El material analizado en Retromanía también es vasto: 440 páginas donde se revisa el furor retro en lo distintos géneros del pop, en la moda, en el cine, donde se cuestiona el efecto de las nuevas tecnologías de almacenamiento, circulación y consumo, se visita el extremo “caso” japonés, la historia del ascenso retro y el ocaso de los futuristas, la obsesión con diferenciadas zonas del pasado inmediato, etcétera. Su empiria es tan abundante porque en realidad Retromanía desarrolla menos una hipótesis que un señalamiento. Y como Reynolds es un impresionante erudito del amplio mundo pop, un vademécum de músicos y conjuntos, termina resultando que, aunque le desagrada explícitamente la “necrofilia” hoy dominante, su libro es un material de lujo para los amantes retro: leerlo con internet al lado es puente para miles y miles de horas de consumo entretenido del pasado.

Reseña de El Viento que Arrasa, de Selva Almada (Mar Dulce


Muñecos de Cristo

La primera novela de la entrerriana nacida en 1973 continua con firmeza la literatura que ya venia publicando en las colecciones de relatos Mal de muñecas y Una chica de provincia. En el calor infernal de la frontera santafecino-chaqueña, un pastor evangelista queda varado con su hija adolescente; llegan a lo del mecánico de la zona, que vive, con su ayudante también adolescente, rodeados de autos viejos y el monte. La calor es el trasfondo de sus existencias, una brea que ralentiza los acontecimientos acorde a una prosa lenta y prolija, que arma la situación (es prácticamente novela de una escena) como atestiguándola, no aclara nada, no explica, no reflexiona: abre el mundo para encontrar y contar esta historia, que es minima pero, vista de cerca, universal: el cielo puede caer sobre sus cabezas. La vida campesina, la muerte, la soledad, el desarraigo y las creencias, la crianza y el rencor, temas presentes. Un viejo asunto: Dios o la naturaleza, la palabra divina o hacerse león en el monte, como quería Atahualpa. Cuando el argumento coincide con un esquema estereotípico, sale a la luz el artificio y se siente la voluntad autoral de conducir hacia un objetivo la trama, con impulsos un poco forzados; mostrar la arrogancia de atribuirse la palabra divina, verbigracia, es como derribar puertas ya abiertas… En cambio, una vez que la novela –legible en una tarde- va por donde quiere estar, la orquestación narrativa vuelve a agazaparse, a entregarse a esos cuerpos, dos viejos con identidades fuertes y cuerpos nostalgiosos, y dos ternuras de dieciséis años que ya saben lo que es sufrir. Una gran curiosidad por su mundo anima los mejores momentos del relato, como de alguien escondido en los arbustos para poder percibir y narrar a salvo de este sol tremendo.

[Por AjV para Rolling Stone]

Reseña de El Basurero de la Historia, de Greil Marcus (Paidos)


Basura que has de salvarnos

[Por AjV; publicada en Rolling Stone 2012]

Ineludible referente mundial de la critica de rock de los últimos treinta y cinco años, Greil Marcus (San Francisco, 1945) muestra en esta colección de textos que el verdadero crítico es crítico de la cultura, que no trabaja en una disciplina especial sino en la puesta en narración de las cosas que corren contenidas en una obra. “Cosas” que son historias de vidas, que plasmaron en libros, películas, canciones, el cruce de alguna frontera; esas historias no dialogan con su disciplina (el pop, el blues, la novela, el cine), dialogan con el mundo: registran las exigencias radicales que le hacen al mundo los “individuos contingentes”, individuos que no coinciden con su función. Personas –desde Bob Dylan hasta autores de thrillers sobre nazis, desde Robert Johnson hasta el situacionista francés Guy Debord- que “disuelven la distancia con su cultura” y, desde ese protagonismo arrebatado, cambian la historia. Porque la historia no tiene un lugar de tramitación consagrado; hay movimientos que la cambian aunque no se note: esta es una de las premisas del autor desde sus obras cumbre como Rastros de carmín o Mistery train. El arte no se remite a embellecer. Como señala Pablo Schanton en el prologo, Marcus “toma los hechos culturales como acontecimientos históricos y los acontecimientos históricos como hechos culturales”. Con una clara raigambre benjaminiana, lee materiales de la cultura popular bajo la idea de que fuera de los monumentos, las guerras y las instituciones, hay en el presente un reservorio de fuerzas en latencia: el pasado, que puede relampaguear en el presente a través de lo que gesta la cultura popular. El basurero de la historia nos salva del destino evidente.
Herman Melville, William Faulkner, Susan Sontag y John Wayne pueblan los artículos del libro: parece un libro neto de cultura estadounidense (reseña libros de Peter Handke y de Wim Wenders porque hablan de EEUU). Sin embargo, en cada texto se nota que Marcus toma esos referentes porque son lo que lo rodean, lo que tiene a mano para conformar su agenda que no es nacional; su criterio de interés y relevancia es el de determinado tipo de situaciones donde entran en juego disputas éticas, eventos culturales, en principio apolíticos, donde empero encuentra pugnas entre la libertad y la opresión. Asi, leemos sobre cosas desconocidas como la crónica sobre Deborah Chessler, o la comparación entre dos libros periodísticos sobre campesinos blancos del sur estadounidense, y, aunque no haya “antecedentes de contexto para identificarse”, la conmoción es palmaria. Marcus no aburre nunca porque escribe desde un vínculo pasional con aquello de lo que habla.

Reseña de HHhH, de Laurent Binet (Seix Barral)


Nazis a la vuelta

Premio Goncourt a la primera novela, HHhH se sumerge en el heroísmo y las masacres de la segunda Guerra Mundial.

[Por AjV; publicada en Rolling Stone 2012]

Elogiada en su Francia natal y varios países de Europa, llega esta opera prima de Laurent Binet (nacido en el 72 aunque no parezca en la foto de solapa), que hizo el servicio militar en Eslovaquia y vivió en Praga: la capital checa, donde transcurre su historia, sobre dos soldados de la resistencia que en 1942 saltaron en paracaídas desde un avión ingles a Republica Checa, sangrientamente controlada por Alemania como media Europa. Su mision,  matar a Reinhardt Heydrich, no solo dictador del país, sino quien diseñó la solución final para la cuestión judía;  Heydrich era el segundo de las SS detrás de Heinrich Himmler; “HHhH” son las siglas en alemán de “el cerebro tras Himmler es Heydrich”.
En la Praga del 42 transcurre la historia de Binet, que no es suya, sino real de la Historia, pero por otra parte la Historia no está en otro lado que en los relatos actuales del pasado, entonces si se convierte a un personaje verídico en uno literario… Reflexiones sobre esta problemática salpican la narración. El autor cuenta cómo piensa, en su vida cotidiana, la historia y el libro que esta escribiendo; aparece su padre, sus novias, su cuarto. Narra escenas donde el jerarca nazi, por ejemplo, reta a un subordinado, y al capitulo siguiente critica el abordaje que utilizó, mostrando lo falaz o simplemente inventado que era.
Como quería Piglia para los cuentos, Binet cuenta una historia que cuenta otra historia: un relato de acción y heroísmo cuenta la historia de la escritura de una novela bajo la pregunta sobre la relación entre ficción y memoria histórica. Ensambla una novela histórica basada en hechos reales con un diario de su escritura. Construye con mucho talento el thriller del atentado contra Heydrich, la tan conmovedora como precaria red de insumisos que lo gestan; transmite la pasión que le genera la vida de aquellos muertos que quiere homenajear. Por supuesto que, desde las monumentales Crónicas del propio Churchill hasta Las Benévolas de J. Little (pasando por K. Vonnegut, C. Malaparte, V. Grosmman…), literatura sobre la segunda guerra abunda. Binet propone esta reflexión “en voz alta” metida en la novela sobre su propia confección, interrogando lo que llama “el poder de la literatura”; acaso, también, al hacerse a sí mismo protagonista, intenta refutar la escisión autor-obra. La pregunta por el vínculo pasado-presente tiene una cúspide dudosa: un combate que dura varios días es contado fechando las jornadas en 2008. Trae la escena del pasado intacta, como un bloque entero –con nazis y mártires- que incrusta en nuestro siglo. Como si no hubiera hoy posibles (por no decir evidentes) rasgos compartidos por el nazismo y prácticas actuales, -digamos la subjetividad genocida o la concepción nazi del hombre-, o sea, como si no hubiera mal en el consenso triunfante.  


Reseña de La Cuadratura de la Redondez, de Ariel Magnus (Interzona)


Locura ricotera
Ariel Magnus inventa un filólogo enloquecido en su interpretación sistemática de las letras más movilizantes del rock en castellano.


La cuadratura de la redondez. Interpretación anotada de las letras de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. 

Ariel Magnus –Bs. As., 1975- cuenta que llevó su computadora a arreglar, y el gordo pelado del local informático Kazachok se la devolvió con una carpeta de archivos de regalo, que contenía el trabajo de un filólogo –Atila Schwarzman- que hizo una lectura interpretada de las letras de Patricio Rey y sus redonditos, editada, luego, para su publicación, por un pequeño séquito de beodos del filólogo, que agregan incontables notas al pie donde ellos a su vez interpretan al “redondólogo”, además de incluir sus peculiares lecturas de las letras y chicanearse por doquier. Y aun Magnus –que firma solo la primera y la última pagina del libro, oficiando de descubridor del material- vuelve a interpretar todo el paquete... Ese carácter huidizo del origen de las palabras homenajea al fundamento misterioso de la banda, Patricio el Rey.
Los análisis de Schwarzman son cada vez más delirantes, y cuenta el séquito que terminó en un loquero. Interpreta letra por letra de los primeros discos; termina con una especie de dialogo glosado hecho todo de frases el Indio. Las pastillas de Música para pastillas “aluden a todo aquello capaz de convertir una energía en otra”, “la bestia pop” se refiere al cine como genero; el devoto exégeta es bien ocurrente, y acaso el proyecto sea de comedia (una del séquito, extranjera, oye “¡fue gol, fue gol!” en el “fuego, fuego” de Humano roto y mal parado).
Lo que muestra Magnus (autor de novelas como El hombre sentado y Un chino en bicicleta) es que cualquier cosa puede leerse en las letras del Indio. Burla a las interpretaciones develadoras o descifrantes de lo que “quiso decir” el poeta: son cualquiera, poco serias, y Magnus las caricaturiza, extremando los vicios académicos como el dogmatismo, la perdida de relación real con el mundo, el internismo institucional de las interminables notas al pie; sobre todo el absurdo de aplicar ciencia a la poesía. Su método es el cualquierismo: “esto está muy Shangai” significa “patas para arriba, como están los chinos vistos desde aquí”, “No se muy bien sobre que pierna bailo”, “a veces me agarra” y “gas nervioso” se refieren a La Renga, Virus y Soda Stereo respectivamente. Mas allá de la parodia al academicismo (que por otra parte es golpear puertas ya abiertas),  las cosas que en potencia pueden ser evocadas, vividas, en las letras de la banda, quedan relegadas tras el impuso cualquierista: todo al fin y al cabo es un chiste. En ningún momento parece que se diga algo porque es importante que se diga. Ese carácter necesario, imprescindible, que adoptan las letras ricoteras en su uso y recreación, es olvidado por una lectura para la cual la apertura a cualquier cosa puede prescindir del peso de las cosas y quedarse con el cualquiera, concluyendo que todo da lo mismo.

 Por AjV; fue publicada en Rolling Stone una version mas breve.

2001 dice presente - Reseña de La comuna de Buenos Aires, de Maria Moreno (Capital Intelectual)

[En Rolling Stone, noviembre 2011]

Dos mil uno es un tema del dos mil once. Maria Moreno (narradora, critica y periodista) ofrece, en casi cuatrocientas paginas, un generoso mosaico de visiones, treinta y cinco textos entre crónicas, apuntes de libreta y, sobre todo, entrevistas, a intelectuales, militantes barriales, asambleístas, trabajadoras de fabricas recuperadas, activistas travestis, periodistas cercanos al mundo popular; gente movilizada por lo abierto en el agite dosmilunista: cuerpos en los que la historia se reencontró con su esencia mutante tras años asfixiada con el fatídico tufo de su presunto final.  
Hoy el libro, en sus diálogos sobre las asambleas, sobre la obsolescencia de la categoría pueblo (ante la multitud) o el grito colectivo Que Se Vayan Todos, pareciera una publicación a destiempo, salvo que entendamos que la actualidad se organiza con distintas lecturas de 2001 –que lo profundizan, le responden, lo capturan, le temen-. El ritmo, las texturas, voces y colores de La comuna… radican en que, de diversos modos, los valores disputados oportunamente en esta época –época de consumo y de basura, de fiesta y de miedo-, en sus paginas vuelven a abrirse como pregunta, en su potencialidad; como ser, por ejemplo, la critica experimental al neoliberalismo y a la represión, pero también la apelación a vecinos indignados, incluso los agites en estaciones de tren o por territorio, y explícitamente en los pibes que tomaron los secundarios el año pasado -y quien sabe de las micro organizaciones autónomas alejadas de toda representación, en esa “cocción por abajo sin la que no puede cocinarse nada por arriba”, como dice en el libro la vieja militante obrera Elsa Mura. Todos los textos fueron hechos entonces (2002), y puede leérselo como un libro sobre aquel momento o como la puesta en cuestión de si es que pasaron diez años desde 2001 o en cambio son diez años de 2001.

Agustin J Valle