Basura
que has de salvarnos
[Por AjV; publicada en Rolling Stone 2012]
Ineludible referente
mundial de la critica de rock de los últimos treinta y cinco años, Greil Marcus
(San Francisco, 1945) muestra en esta colección de textos que el verdadero crítico
es crítico de la cultura, que no trabaja en una disciplina especial sino en la
puesta en narración de las cosas que corren contenidas en una obra. “Cosas” que
son historias de vidas, que plasmaron en libros, películas, canciones, el cruce
de alguna frontera; esas historias no dialogan con su disciplina (el pop, el
blues, la novela, el cine), dialogan con el mundo: registran las exigencias
radicales que le hacen al mundo los “individuos contingentes”, individuos que
no coinciden con su función. Personas –desde Bob Dylan hasta autores de
thrillers sobre nazis, desde Robert Johnson hasta el situacionista francés Guy
Debord- que “disuelven la distancia con su cultura” y, desde ese protagonismo
arrebatado, cambian la historia. Porque la historia no tiene un lugar de
tramitación consagrado; hay movimientos que la cambian aunque no se note: esta es una de las premisas del autor desde sus
obras cumbre como Rastros de carmín o
Mistery train. El arte no se remite a
embellecer. Como señala Pablo Schanton en el prologo, Marcus “toma los hechos
culturales como acontecimientos históricos y los acontecimientos históricos
como hechos culturales”. Con una clara raigambre benjaminiana, lee materiales
de la cultura popular bajo la idea de que fuera de los monumentos, las guerras
y las instituciones, hay en el presente un reservorio de fuerzas en latencia:
el pasado, que puede relampaguear en el presente a través de lo que gesta la
cultura popular. El basurero de la historia nos salva del destino evidente.
Herman Melville, William
Faulkner, Susan Sontag y John Wayne pueblan los artículos del libro: parece un
libro neto de cultura estadounidense (reseña libros de Peter Handke y de Wim
Wenders porque hablan de EEUU). Sin embargo, en cada texto se nota que Marcus
toma esos referentes porque son lo que lo rodean, lo que tiene a mano para
conformar su agenda que no es nacional; su criterio de interés y relevancia es
el de determinado tipo de situaciones
donde entran en juego disputas éticas, eventos culturales, en principio
apolíticos, donde empero encuentra pugnas entre la libertad y la opresión. Asi,
leemos sobre cosas desconocidas como la crónica sobre Deborah Chessler, o la
comparación entre dos libros periodísticos sobre campesinos blancos del sur
estadounidense, y, aunque no haya “antecedentes de contexto para
identificarse”, la conmoción es palmaria. Marcus no aburre nunca porque escribe
desde un vínculo pasional con aquello de lo que habla.
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