Pobreza global
Pensar la pobreza es responsabilidad elemental de una sociedad que la produce y reproduce; pensar la riqueza de los pobres es replantear el problema, abriéndole puntos de quiebre. Los pobres son la mayoría, dice Berger, aquellos cuyas vidas no cuentan. Londinense nacido en 1926, Berger empezó su vida expresiva como pintor, fue luego un galardonado novelista, se mudo a la campiña francesa y es uno de los ensayistas mas respetados desde la década del setenta, con sus textos sobre artes plásticas, el acto de mirar y la vida campesina (Mirar, Modos de ver, De sus fatigas, Puerca tierra).Migrar se ha vuelto el principal medio de supervivencia, dice en El infinito, ahora, segundo y breve texto de este libro compuesto por artículos diversos, que en su mayoría fueron previamente publicados en medios de prensa. Algunas pinceladas de la percepción activa, amorosa, de Berger, dan vida al libro, como cuando –en el texto citado- discute las nociones de deseo y de libertad, mostrando la banalidad sumisa de sus acepciones corrientes. Varios textos, sin embargo, parecieran abusar del prestigio ganado por el autor con obras anteriores. Textos como ¿Dónde estamos?, que empieza diciendo: “quiero hablar al menos algo acerca del sufrimiento que existe hoy en el mundo”, y, bajo ese espectro inabarcable, despliega un decir que no conquista nada, no afina ni sorprende: confirma y se indigna. En un lugar común tras otro, se traza el itinerario del bienpensantismo global, por supuesto éticamente irreprochable, en su posicionamiento del lado de los mas débiles, pero militando un maniqueísmo polar donde George Bush y los suyos son casi el mal encarnado, de manera que todo es obvio, y el único problema es la –temporaria- correlación de fuerzas entre tiranos y desesperados.
Los textos donde se acerca a sitios en conflicto armado, como Palestina, presentan algunas personas y escenas materiales que son una referencia tangible, un problema imaginable, a diferencia de las diatribas genéricas contra los intereses estadounidenses o la “tiranía global”, quejas que hallan dignidad en su lamento, y nunca encuentran algo en si´ mismo que forme parte “del estado de cosas”; nunca se salpica siquiera, digamos, con la piedra que tira. John Berger este año cumple ochenta y cinco. Ya nos dio libros hermosos, osados, importantes; este último puede verse como la adhesión de una voz de prestigio a la refutación de la fiesta del consumo, del futuro ya llegado del capital virtual.
[En Rolling]
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