“La literatura es un pretexto”
Washington Cucurto, nombre bajo el que escribe Santiago Vega (Quilmes, 1973) es uno de los autores emergentes de la literatura actual más promocionados, y según él criticados, con un perfil fundamentalmente trazado por la identificación con lenguaje y referencias nutridos de la cultura popular y festiva de la Argentina contemporánea, en rigor compuesta por la confluencia de diversas naciones latinoamericanas. El autor-narrador-personaje es una voz que habla –para los sectores letrados- del abajo con palabras del abajo, revalorizándolo. Empezó hace diez anhos publicando poemarios en pequenhas editoriales independientes de la denominada “poesía de los noventa” (Zelarayán y La máquina de hacer paraguayitos en Deldiego y Siesta, respectivamente), luego la editorial Interzona -también independiente pero no tan pequenha- publicó Cosa de negros, acaso su libro más querido, y Las aventuras del señor Maíz, pero antes, en 2002, Cucurto había comenzado la obra que lo distingue del resto de sus colegas: fundó Eloísa Cartonera, editorial cooperativa y artesanal que fabrica los libros con cartón comprado a recolectores callejeros, que además de publicar a autores jóvenes recibió el apoyo (o sea textos para editar) de muchos consagrados como Rodolfo Fogwill, César Aira y ahora el mismísimo Jorge Herralde, director del sello Anagrama, quien acaba de acordar la publicación de un libro de crónicas suyo en la Cartonera.
Fue con ese prontuario que el Grupo Planeta lo fichó desde el sello Emecé, presentándolo en El curandero del amor como “escritor maldito, cross a la mandíbula de la cultura bienpensante”; ahora acaba de editar 1810. La revolución de mayo vivida por los negros, una novela cuya solapa trae extractos de comentarios de Beatriz Sarlo, Ricardo Piglia y Tomás Eloy Martínez sobre Cucurto en los que mencionan a Roberto Arlt, a Osvaldo Lamborghini. El libro realiza la operación Cucurto sobre la gesta patria: San Martín era un bisexual que traía esclavos y marihuana de Africa, los negros alegraron la fisionomía de la ciudad con sus bailes de cumb y su constante disposición al placer, todo contado por una voz que prepondera por sobre lo demás y constantemente juega con su condición autoral.
La solapa es fuerte, no?, Piglia y Sarlo comparándolo con Artl. Le pesa a Vega todo lo que se deposita en Cucurto?
Sí, es fuerte, es el mensaje que quieren tirar. Yo no lo hubiese puesto, pero ellos jodían con ponerlo y yo en un punto no me voy a estar enganchando con eso. No es de mi gusto, pero tampoco prima mi gusto en todo lo que hago. No me calienta mucho. Cucurto es el personaje de los libros, soy un poco yo pero no completamente. No me cae como presión. Al menos ahora, tal vez dentro de diez o veinte años sí. Tampoco es algo que pienso hacer toda la vida, escribir. El mundo de la literatura es sólo un período para mí.
Y qué otras cosas le dan ganas?
La política, por supuesto. Soy un animal político. La Cartonera no es una militancia pero sí el comienzo de algo, espero. Hay mucho para hacer, hay que atreverse y tratar de ir haciéndolo.
Qué ideas sobre la literatura que están implícitas en la cartonera tienen presencia también en sus libros publicados en otros sellos? Por ejemplo las críticas sociales.
No sé si mis libros pregonan un mundo mejor; me parece que no. Pero acá en Eloísa por supuesto, claro, creemos en el cooperativismo y en el trabajo como generador. Es el trabajo que más quiero. Y la literatura es algo anexo, incluso para nuestro proyecto de fabricación de libros, no es lo más importante, lo fundamental es cómo trabajamos, cómo nos organizamos, quiénes somos, por qué estamos acá; la literatura es solamente el pretexto. En mi vida también: la literatura me fue dando trabajo, me fue sacando de donde yo estaba, me fue dando un lugar, y por eso pude generar esto. La literatura es una herramienta para activar, no es un mundo libre, incluso en la ficción, hay que ir trabajando la relación con el lenguaje.
Su autodefinido estilo de “realismo atolondrado”, lo hace reírse mientras escribe?
Sí, me río, lloro, me conmuevo. En El Señor Maíz, mientras escribía la parte en que me echan del supermercado, que es algo que me sucedió, lloraba. O cuando escribí Zelarayán me divertía mucho, porque era mi primer libro, primera experiencia. Yo era repositor de supermercado e iba aprendiendo, conociendo un mundo nuevo, era un juego, el juego del lenguaje, de las imágenes, de la relación con los demás a través del texto, me divertía muchísimo. Los libros siempre me han divertido, por lo general no me cuestan, pero me conmuevo, soy muy sensible, incluso cuando escribo las notas en los diarios [Cucurto escribe en la revista del diario Crítica]. Es muy atacada ese tipo de literatura, en los blogs, en todos lados. A mí me caen muchos prejuicios y la gente ni me conoce.
Cómo definiría ese “tipo de literatura”?
Yo intento alejarme de lo solemne y del concepto de calidad, me parece un concepto separatista y herramienta de quienes tienen poder en la literatura. Mi escritura es muy oral, no es rupturista ni de vanguardia, es tradicional, viene de lugares: la parodia rioplatense, desde Arlt hasta Asís y Lamborghini, toma también del barroco cubano, del realismo mágico. En el libro hay un homenaje (entre muchos otros) a García Márquez, siempre intento homenajear a autores bastardeados por la Universidad. Me interesa mucho la tradición.
Se siente también parte de un hilo generacional actual?
Un poco tal vez. Uno no puede escapar a su época, debe rescatar el espíritu de lo que sucede; uno tiene que amar al momento en que le toca vivir. ¿Cómo sería escribir hoy después de Walsh, después de Conti, después de Aira, de Piglia? ¿Cómo escriben los contemporáneos? ¿Está escrito todo? Es el desafío también, qué se hace ahora.
Dentro de 1810 reescribe el cuento de Fogwill Help a El, a su vez reescritura del borgeano El aleph.
Sí, reescribo la reescritura de El Aleph. Los dos me habían gustado mucho, y la reescritura me parece algo muy importante, esa instancia en que uno ya tiene todo, sabe lo que va a pasar en la historia entonces lo único que tiene que hacer es liberarse.
Este libro es todo así.
Sí, es toda una reescritura de la historia. La historia como una novela que a medida que fui leyendo rescribí. Leí los libros de Felipe Pigna, me gustan, me inspiré mucho para hacer esto en los libros de él, algo sencillo que le da una idea al que no sabe. También leí a Halperín Donghi, muy complicado pero muy rico. Me puse a leer libros de historia y la rescribí inmediatamente, estaba todo armado, era fácil, lo escribí rápido. Un juego. También relacionado con el presente, porque hay muchas cosas que podrían suceder ahora. Prácticamente todo: el tema de la revolución, la dinámica del poder, la relación con Europa, es casi lo mismo antes que ahora.
Puede funcionar como intervención política el libro, de tomar postura? Le interesa la capacidad de la literatura de intervenir en el presente?
Sí, la voy descubriendo ahora y me interesa. En este momento estoy escribiendo unos cuentitos sobre sucesos actuales pero con una cosa medio histórica. Uno es la mujer de Marulanda [el recientemente muerto líder de las FARC], está en el desierto a los ochenta años y le cuenta a un periodista muy joven cómo es la vida en la selva, lo que fue la guerrilla en esa época. Después tengo otro que es un diálogo entre sindicalistas, cosas muy actuales, que pasan acá.
Publicado en Debate
Washington Cucurto, nombre bajo el que escribe Santiago Vega (Quilmes, 1973) es uno de los autores emergentes de la literatura actual más promocionados, y según él criticados, con un perfil fundamentalmente trazado por la identificación con lenguaje y referencias nutridos de la cultura popular y festiva de la Argentina contemporánea, en rigor compuesta por la confluencia de diversas naciones latinoamericanas. El autor-narrador-personaje es una voz que habla –para los sectores letrados- del abajo con palabras del abajo, revalorizándolo. Empezó hace diez anhos publicando poemarios en pequenhas editoriales independientes de la denominada “poesía de los noventa” (Zelarayán y La máquina de hacer paraguayitos en Deldiego y Siesta, respectivamente), luego la editorial Interzona -también independiente pero no tan pequenha- publicó Cosa de negros, acaso su libro más querido, y Las aventuras del señor Maíz, pero antes, en 2002, Cucurto había comenzado la obra que lo distingue del resto de sus colegas: fundó Eloísa Cartonera, editorial cooperativa y artesanal que fabrica los libros con cartón comprado a recolectores callejeros, que además de publicar a autores jóvenes recibió el apoyo (o sea textos para editar) de muchos consagrados como Rodolfo Fogwill, César Aira y ahora el mismísimo Jorge Herralde, director del sello Anagrama, quien acaba de acordar la publicación de un libro de crónicas suyo en la Cartonera.
Fue con ese prontuario que el Grupo Planeta lo fichó desde el sello Emecé, presentándolo en El curandero del amor como “escritor maldito, cross a la mandíbula de la cultura bienpensante”; ahora acaba de editar 1810. La revolución de mayo vivida por los negros, una novela cuya solapa trae extractos de comentarios de Beatriz Sarlo, Ricardo Piglia y Tomás Eloy Martínez sobre Cucurto en los que mencionan a Roberto Arlt, a Osvaldo Lamborghini. El libro realiza la operación Cucurto sobre la gesta patria: San Martín era un bisexual que traía esclavos y marihuana de Africa, los negros alegraron la fisionomía de la ciudad con sus bailes de cumb y su constante disposición al placer, todo contado por una voz que prepondera por sobre lo demás y constantemente juega con su condición autoral.
La solapa es fuerte, no?, Piglia y Sarlo comparándolo con Artl. Le pesa a Vega todo lo que se deposita en Cucurto?
Sí, es fuerte, es el mensaje que quieren tirar. Yo no lo hubiese puesto, pero ellos jodían con ponerlo y yo en un punto no me voy a estar enganchando con eso. No es de mi gusto, pero tampoco prima mi gusto en todo lo que hago. No me calienta mucho. Cucurto es el personaje de los libros, soy un poco yo pero no completamente. No me cae como presión. Al menos ahora, tal vez dentro de diez o veinte años sí. Tampoco es algo que pienso hacer toda la vida, escribir. El mundo de la literatura es sólo un período para mí.
Y qué otras cosas le dan ganas?
La política, por supuesto. Soy un animal político. La Cartonera no es una militancia pero sí el comienzo de algo, espero. Hay mucho para hacer, hay que atreverse y tratar de ir haciéndolo.
Qué ideas sobre la literatura que están implícitas en la cartonera tienen presencia también en sus libros publicados en otros sellos? Por ejemplo las críticas sociales.
No sé si mis libros pregonan un mundo mejor; me parece que no. Pero acá en Eloísa por supuesto, claro, creemos en el cooperativismo y en el trabajo como generador. Es el trabajo que más quiero. Y la literatura es algo anexo, incluso para nuestro proyecto de fabricación de libros, no es lo más importante, lo fundamental es cómo trabajamos, cómo nos organizamos, quiénes somos, por qué estamos acá; la literatura es solamente el pretexto. En mi vida también: la literatura me fue dando trabajo, me fue sacando de donde yo estaba, me fue dando un lugar, y por eso pude generar esto. La literatura es una herramienta para activar, no es un mundo libre, incluso en la ficción, hay que ir trabajando la relación con el lenguaje.
Su autodefinido estilo de “realismo atolondrado”, lo hace reírse mientras escribe?
Sí, me río, lloro, me conmuevo. En El Señor Maíz, mientras escribía la parte en que me echan del supermercado, que es algo que me sucedió, lloraba. O cuando escribí Zelarayán me divertía mucho, porque era mi primer libro, primera experiencia. Yo era repositor de supermercado e iba aprendiendo, conociendo un mundo nuevo, era un juego, el juego del lenguaje, de las imágenes, de la relación con los demás a través del texto, me divertía muchísimo. Los libros siempre me han divertido, por lo general no me cuestan, pero me conmuevo, soy muy sensible, incluso cuando escribo las notas en los diarios [Cucurto escribe en la revista del diario Crítica]. Es muy atacada ese tipo de literatura, en los blogs, en todos lados. A mí me caen muchos prejuicios y la gente ni me conoce.
Cómo definiría ese “tipo de literatura”?
Yo intento alejarme de lo solemne y del concepto de calidad, me parece un concepto separatista y herramienta de quienes tienen poder en la literatura. Mi escritura es muy oral, no es rupturista ni de vanguardia, es tradicional, viene de lugares: la parodia rioplatense, desde Arlt hasta Asís y Lamborghini, toma también del barroco cubano, del realismo mágico. En el libro hay un homenaje (entre muchos otros) a García Márquez, siempre intento homenajear a autores bastardeados por la Universidad. Me interesa mucho la tradición.
Se siente también parte de un hilo generacional actual?
Un poco tal vez. Uno no puede escapar a su época, debe rescatar el espíritu de lo que sucede; uno tiene que amar al momento en que le toca vivir. ¿Cómo sería escribir hoy después de Walsh, después de Conti, después de Aira, de Piglia? ¿Cómo escriben los contemporáneos? ¿Está escrito todo? Es el desafío también, qué se hace ahora.
Dentro de 1810 reescribe el cuento de Fogwill Help a El, a su vez reescritura del borgeano El aleph.
Sí, reescribo la reescritura de El Aleph. Los dos me habían gustado mucho, y la reescritura me parece algo muy importante, esa instancia en que uno ya tiene todo, sabe lo que va a pasar en la historia entonces lo único que tiene que hacer es liberarse.
Este libro es todo así.
Sí, es toda una reescritura de la historia. La historia como una novela que a medida que fui leyendo rescribí. Leí los libros de Felipe Pigna, me gustan, me inspiré mucho para hacer esto en los libros de él, algo sencillo que le da una idea al que no sabe. También leí a Halperín Donghi, muy complicado pero muy rico. Me puse a leer libros de historia y la rescribí inmediatamente, estaba todo armado, era fácil, lo escribí rápido. Un juego. También relacionado con el presente, porque hay muchas cosas que podrían suceder ahora. Prácticamente todo: el tema de la revolución, la dinámica del poder, la relación con Europa, es casi lo mismo antes que ahora.
Puede funcionar como intervención política el libro, de tomar postura? Le interesa la capacidad de la literatura de intervenir en el presente?
Sí, la voy descubriendo ahora y me interesa. En este momento estoy escribiendo unos cuentitos sobre sucesos actuales pero con una cosa medio histórica. Uno es la mujer de Marulanda [el recientemente muerto líder de las FARC], está en el desierto a los ochenta años y le cuenta a un periodista muy joven cómo es la vida en la selva, lo que fue la guerrilla en esa época. Después tengo otro que es un diálogo entre sindicalistas, cosas muy actuales, que pasan acá.
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