Wednesday, October 29, 2008

Oliverio Coelho


“La literatura puede tocar lo político”

Con treinta años acaba de publicar su cuarta novela, Ida, distribuida por la editorial Norma, que refirma la fecundidad de su proyecto literario a la vez que acentúa su apuesta por “la demora con que cada frase propone una versión de la precisión”, en una historia donde el periplo urbano encuentra al personaje con su condición social.

Dijo Beatriz Sarlo sobre la obra de Coelho: “pertenece a las escrituras intelectuales, cuyo tejido está hecho de dos hebras, una narrativa y otra interpretativa que produce imágenes, comparaciones, digresiones, que son obstáculo a la velocidad, o, si se quiere, instrucción de lectura con mucho de poética”. En efecto, en cada frase de Ida hay una propuesta de lectura, una originalidad con el lenguaje; “hay una dimensión poética del registro narrativo en todas las escrituras que pueden denominarse escrituras”, dice Coelho, quien realizó residencias de investigación literaria en México y Corea del Sur, había ya publicado dos nouvelles y las novelas Los invertebrables, Borneo y Promesas naturales, sobre las que suelen las que suelen aplicarse los términos “trilogía” y “ciencia ficción”, mientras que en Ida –escrita con una beca del Fondo Nacional de las Artes- se encuentra un oscuro realismo urbano: Eneas Morosi es abandonado por carta por una chica, y, como después de una muy paciente recolección de gotas, se rebalsa la contención del hogar y el personaje, enemigo del trabajo y finísimo escudriñador de excrementos, se lanza a errar por la ciudad.
¿Cuáles son los ejes narrativos de Ida?
Es una novela compuesta desde los incidentes, pequeñas aventuras. El personaje es amoral y eso me permitió dejar cosas sin justificar y renunciar a cualquier causalidad narrativa. Yo sabía que el final era la redención y la redención es el empate, hacer tablas, porque ganar es exponerse a otra pérdida. Ganar implica también una especie de hipocresía, es entrar en la sociedad bajo ciertas convenciones, y Eneas prefiere el ejercicio del cinismo al de la hipocresía. Cinismo que se ve por ejemplo en su negación del trabajo, pero sobre todo en la distancia que toma con el resto de los hombres. Es un sujeto larvario que ante la pérdida reacciona movilizando su autismo. Pero no es un dormido, es un indolente que calcula.
Si fuera dormido no escribiría en su cuaderno tan lúcida y taxativamente como lo hace. ¿Por qué piensa en destruirlo o regalarlo?
Porque el cuaderno es una evidencia de vida. Si hay vitalidad en Eneas está en sus anotaciones. No tiene otra pasión. Podría pensárselo como un hombre sin pasiones, más que como lo venía pensando que era como un hombre sin atributos. Y quizá un cínico es quien no se ve afectado por la pasión.
¿Cuánta continuidad y cuánta novedad tiene Ida respecto de sus precedentes?
Acá hay un intento de resignificar la realidad más explícito y menos lúdico. Los anteriores eran, de algún modo, utópicos, estaban ambientados en universos bastante dislocados y extraños. Y había en la escritura cierta pérdida de control, o excesivas libertades en la prosa. Pero a mí como lector me interesa eso de la literatura, cierto exceso; el barroco, el nonsense. Promesas Naturales es una novela embarazada de todo, pletórica. Y fue el final de una apuesta.
¿Qué proyecto agotó ahí, el de la ciencia ficción?
Cierto proyecto alucinado, surrealista. Yo nunca lo viví como ciencia ficción, sobre todo porque nunca fui lector de ciencia ficción. Esos tres libros tenían en común el trabajo con las distopías de la sociedad. Y cierta preocupación política que se plasmó en universos un poco paranoicos, los personajes viven perseguidos, casi tan perseguidos como en este mundo, pero de otro modo; la persecución es casi la norma.
¿Qué cambios hay en el estilo?
Creo que es similar, tal vez en Ida está más contenido porque el universo es más perceptivo. Lo que me interesa de la escritura es que se vea en el matiz, las escrituras como las de [Juan José] Saer, [Sergio] Chejfec, [Marcelo] Cohen, que son escrituras del detalle. En esta novela hay menos dudas internas del personaje porque el narrador está a cierta distancia, hay muchas percepción, una mirada que desnuda la ciudad. Eneas la descubre, la encuentra en bruto.
¿Se siente representado por la recepción anímica que el personaje tiene de la ciudad?
El está angustiado y proyecta. Mi recepción es más que nada asombrosa, no llega a afectarme lo que percibo. Me mantengo en la curiosidad. Incluso ante escenas terribles abrevo porque formarán parte de un universo literario. Uno tiene que estar predispuesto a absorber las escenas de la vida urbana; en la ciudad estás más expuesto al azar. Lo que el personaje va descubriendo durante su errancia es su condición de hombre político, de integrante de la sociedad; va perdiendo cinismo.
¿Por eso sobre el final se mete en una cancha de fútbol?
Podría pensarse así. No fue mi intención pero hay una lógica de que termine en un lugar tan popular.
Tiene una especie de epifanía mirando a Juan Sebastián Verón...
Todos vivimos en vecindad con el mundo de las estrellas. Hay cantidad de gente que ve a Verón todos los días, en los noticieros deportivos, en el diario; lo mismo cualquier otro jugador de fútbol, o animador de televisión, entonces pensé en cómo un individuo que se desalienaba podía afectarlo la presencia directa de un astro. Y de algún modo alucina: alucina el olor de Verón. Imagina que tiene algún diálogo sensitivo con él, no hay habla pero hay intercambio de olores. Telepatía olfativa.
En cuanto a su circulación social, ¿también puede tocar lo político un libro?
La literatura puede tocar lo político, sin dudas. Tal vez en el fondo los escritores aspiran a una codificación política de la realidad, en el sentido de que abordan la lucha de un individuo por sobrevivir, no porque hablen de enfrentamientos partidarios ni de la vida de un militante. Por ahí con un solo personaje, en ciertas situaciones dramáticas, interroga convenciones y hábitos hipócritas de la sociedad.
¿Concierne a las capas más primarias de lo político?
Sí, y el tratamiento de esas capas primarias puede despertar a algún lector. Creo que la literatura netamente social hoy en día puede ser estéril, se la come el tiempo. Pero por cuestiones de épocas; hay literaturas de otros momentos, netamente sociales, que leídas hoy tienen efectos políticos, como las novelas de José María Arguedas, lo mismo las primeras de Vargas Llosa; tienen una atmósfera imposible de repetir.
Lo vi en la Plaza de Mayo en la concentración de apoyo a las retenciones, ¿Qué lo llevó?
El desacuerdo de estos cuatro caciques agrarios que impulsan una especie de restauración católica de derechas. Yo salí acá en Boedo a preguntarle a los caceroleros qué pedían, y ninguno tenía respuestas, son gente sin capacidad de elaboración crítica, estaban ahí solamente porque les faltaba algo en las góndolas, y eso me molestó. Representan lo peor del argentino medio. No soy peronista pero me llama la atención la saña que hay con este Gobierno; recién ahora estoy conociendo lo que es el gorilismo. Y a lo mejor es el único progresismo posible, el peronista kirchnerista. Si este modelo fracasa y viene digamos Macri, sería sin dudas un retroceso. Además esos cuatro tipos ocupan un lugar en los medios que da vergüenza ajena. Hay un claro desequilibrio en la orientación de los medios de comunicación, casi todos contra el Gobierno, . La Nación no decía nada de cuánta gente había en la Plaza, y en la tele la enfocaban a Cristina y apenas un costadito de la Plaza que hacía parecer que había cien personas; hay una estrategia de desinformación muy clara.


Tenés miedos de lo que pueda pasarte como escritor?
El mayor es no tener más ideas y querer seguir escribiendo.


Nivela para arriba, como antídoto ante la estupidización promovida por los medios masivos?
No tengo modelo de lector. En todo caso, como ya sé que esa literatura existen como antídoto desde hace siglos, más que nivelar para arriba hago lo que puedo por ser fiel a la singularidad del proyecto.
El proyecto tiene que ver con el estilo?
Es muy difícil definir qué es el estilo, o escribir bien. Creo en la fidelidad al deseo y a las cadencias.

En cada frase hay una creación.
Bueno, pero eso creo que lo hacen todos los escritores, ¿no? En cada frase se proponen dejar algo; futbolísticamente hablando, es como que van a trabar en cada frase, tienen que dejar la vida. Tal vez sean los escritores que a mí me gustan. Lo que me interesa de la escritura es que se vea en el matiz. Algunas escrituras, como la de Saer, Chejfec, Cohen, son escrituras del detalle. En cada párrafo proponen versiones de la precisión. Precisión respecto de lo que uno quiere decir después de sopesarlo mucho; hay mucha deliberación interna durante la frase. De ahí la demora.
¿Opera por intuición semántica cuando escribe?
Sí, o sonora me parece. La frase la dicta una música, o más bien una cadencia. Hay una dimensión poética del registro narrativo, en todas las escrituras que pueden denominarse escrituras, lo que pasa es que ahora el arco de escrituras es muy amplio, pero yo lo restringiría.
No todos los escritores crean algo en cada frase; la semana pasada entrevisté a Cucurto, por ejemplo, que en muchas frases es llano como el habla cotidiana.
Lo que pasa es que ahí ya estamos hablando de un producto, de un escritor que tiene alguien que el edita los textos al lado; me parece que es más un personaje. Hay otros escritores que también administran su figura como personajes pero de tal modo que afectan el texto para bien, como Mario Bellatin, que erige un mito que no distorsiona su calidad literaria. Es más, en Bellatin seguir la composición del personaje es útil para acompañar los textos como Una liebre muerta o Perros héroes, a diferencia de Fogwill que tal vez es mejor leerlo y nada más.
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