Wednesday, January 23, 2008

Horacio Fontova

“Una vez me echaron de la comisaría”

Publicado en Debate, Julio 2007

Fontova Básico:
Nació en 1946 en una familia donde todos, desde los abuelos, eran músicos clásicos profesionales. Dibujante nato, desde 1976 fue director de arte de la revista Expreso Imaginario. Entre el 82 y el 91 publicó siete discos, con Fontova trío y luego Fontova y sus sobrinos; en el 89 llenó el estadio Obras bajo la consigna “Fontova Presidente”. En TV coprotagonizó Peor es Nada con Jorge Ginzburg, y formó Delicatessen con Fabio Alberti y Diego Capusotto. Protagonizó el film El regreso de Peter Cascada, y publicó el volumen de cuentos Témpera Mental.

Lleva en la sangre mate y peperina, quiere una novia pechugona y esas son sólo dos de las cosas inolvidables del Negro. Luego de surfear en la gran laguna del hippismo en los setenta -que hoy analiza desde una perspectiva crítica-, durante la década del ochenta fue el principal investigador del rock y la música rioplatense como espacio humorístico, “porque si no te reís, morís, dicen los gauchos”, lo que comenzando los noventas lo llevó a la masividad televisiva de Peor es Nada, junto a Jorge Ginzburg, donde mostró sus dotes actorales interpretando a Sonia Braguetti, la bigotuda que hizo a Maradona, como a tantos otros, relatar en público su debut sexual. “Eso me desvió un poco de la música, porque la televisión te chupa”. Estuvo –entre más tele, teatro y películas- trece años sin editar discos; en su regreso con Fontova 2004. Negro participaron León Gieco, Peteco Carabajal, Daniel Melingo, Liliana Herrero y Skay Beilinson (ex guitarra redondita de ricota).
Fontova es un artista inseparable de su sensibilidad: le gusta que la guitarra le saque su cara de “gaucho rabioso”, dejarse llevar por la escritura –está en vías el sucesor de Témpera Mental-, asombrarse dibujando y, sobre todo, encontrarse sobre las tablas de cara al público “a puro huevo y corazón”. Con su trío (José Ríos en bajo y Puki Maida en batería) prepara un nuevo disco de zambas y chacareras, porque “hoy el folclore es la resistencia cultural” y, sobre todo, porque le encanta.
Amigo de Carlos Perro Santillán y recientemente nombrado padrino de la casa del Che Guevara en Alta Gracia, su sensibilidad le impide cegarse frente a la política, y recientemente fue una de las caras culturales de apoyo público a Daniel Filmus. Lejos del optimismo rozagante del hippismo y el regreso democrático (cuando cantaba que “aquí en Buenos Aires, ya se ve en las caras, sobra pura vida”), hoy Fontova es antropofóbico: “el mundo es un bajón”.
Un mundo que ya no tiene lugar para el bigote que le dio esa estampa también inolvidable. “Homenajeaba a Alfredo Palacios. El último duelista, fue Palacios. Pero eso se fue perdiendo, la imagen del guerrero, todo se fue haciendo muy marica, a través de las tranzas, los acuerdos. Ahora la propuesta de Macri es una gran operación político económica disfrazada de no política. Ya pasó con Boca, se transformó en Boca company.”
¿Cómo fue que lo contactaron para la campaña de Filmus?
Se fue dando en base a que la gestión de Kirchner me parece un poco más honesta, política. Ahora dicen que las convicciones no sirven para nada, devuélvannos la seguridad, dicen. Los del cacerolazo no sé, tienen miedo, es muy maricón todo. Es el síndrome de la gata flora, se la ponen grita se la sacan llora: estaba De la Rúa, que era una especie de tarado, y lo criticaban; apareció uno más cojonudo, decidido, respetable sobre todo en materia de derechos humanos, y lo tildan de déspota. Acá compraron otra vez espejitos de colores.
¿Participó con la tristeza del mal menor o la alegría del poder hacer algo?
Poder hacer algo. Recuerdo cuando mi croqueta fue cambiando en ese sentido. En el año 78, después de haber sido director de arte del Expreso Imaginario -un lugar de culturas alternativas, un proyecto donde los animales del proceso no se daban cuenta de que dábamos respuestas que la gente no podía tener-, me fui a vivir a Colombia. Pero extrañaba y en el 79 volví. Ahí empecé a darme cuenta de otras cosas, a ver cómo era el asunto de las Madres, los que la habían peleado, y se me prendió un nuevo casillero en la cabeza. No dejé de ser hippie, jamás dejaría de serlo, porque es lo que más soy. Pero si puedo apoyar en algo políticamente, me juego. En la política las cosas tienen que ser muy claras, como Alfredo Palacios, después las medias tintas y las imaginaciones que queden a cargo de los artistas, los filósofos.
¿Cómo recuerda la época del hippismo?
Fue un momento de una creatividad de la puta que lo parió. Cuando se encendió el hippismo tenías en Gessel el paraíso de los veranos, donde en cada esquina sonaba Manal o Almendra y andábamos todos de lo más tranquilos. Y acá estaba la Plaza Francia donde había toda una unión, no sé cómo se habrá dado, amor y paz, mucha comunicación, escucharse, compartir ideas. Había cosas muy curiosas, como los recitales de rock los domingos a las once de la mañana en el Coliseo. Ahora un domingo a las once funcionan los after hour; en esa época íbamos los hippones a escuchar rock and roll.
Un mundo distinto.
Pensá que era una época donde podías caminar por Buenos Aires en patas. ¡A mí me echaron una vez de una comisaría! De la quinta, una cosa alucinante. Yo nací y me crié en Plaza Lavalle, y siempre paré en Corrientes. Cada tanto venían los canas y hacían razzias de rutina, sin peligro de tortura ni nada, a lo sumo pasar una noche en el calabozo. Yo había ido tanto a la quinta, que una vez que me levantaron del bar La Paz, llego y el comisario me ve y me dice “¿qué hacés acá de nuevo?” Juntó a todos los canas y les dijo “¿ven este negro de mierda? ¡No lo quiero ver nunca más!”. Nunca me pegaron una piña en la cabeza y una patada en el culo con tanto cariño. “!Fuera boludo”!, y no me levantaron nunca más, después los saludaba por la calle. Muy diferente era todo.
¿Habla de los años digamos entre el Cordobazo y Cámpora? ¿Los reinterpreta ahora?
Sí, esa brechita. El hippismo se originó como respuesta a Vietnam, en Estados Unidos, y sus premisas eran paz y amor, que son premisas hermosísimas, las del verdadero Cristo, no el del Vaticano dorado. Pero mi teoría es que esas premisas tan lindas también fueron una forma de apaciguar a toda una generación en potencia guerrera, que podría haber respondido de otra manera mucho más sangrienta. Qué se yo, tuvo sus pro y sus contras.
¿Y cómo comenzó su carrera musical? Porque se hizo un lugar con una propuesta festiva poco ortodoxa, no desde el virtuosismo.
Es que no pasa por ahí. Uno ve tocar a un virtuoso como Salinas y se da cuenta de que está enamorado, el tipo flota, y ese instinto es lo que te nutre como una vitamina. Yo desde niño aprendí piano formalmente. Luego una prima mía me me enseñó a tocar la viola y zambas y chacareras. Me llevaba a tocar folclore a un programa de radio de ciegos, y ahí empecé a conectarme con el afuera como músico.
Estaba en esa, hasta que llegaron los Beatles. Y el cerebro me cambió para siempre. Ojo, amo el folclore y de hecho con mi trío actual hago puro folclore. Pero los Beatles, a mí como a millones, yo no sé qué efecto mágico tenían esos hijos de puta. Recuerdo que en el 72 yo estaba haciendo la colimba en Azul. Una noche de guardia en el campo, como a las cuatro de la mañana, tenía una radio, en medio de la nada, y por primera vez en mi vida escuché Lucy in the sky with diamonds. Te juro que me produjo una cosa que me alucinó, me puse a saltar solo por los árboles, fue como que me dieran una pepa por la oreja.
¿Hoy los géneros nacionales tienen algo de la resistencia cultural que tenía el rock antes?
Un poco sí, más que nada en las provincias. Acá en Capital el tango fijate que se hizo muy fashion, está disponible para actores y actrices y cualquier persona que se pone a cantar. No lo critico, pero lamentablemente tiene una tintura medio for export. En cambio el folclore no, tenés que hacerlo en serio, es más resistencia cultural. En el interior todas bandas son re folclóricas, de pendejos, folclore hippón, no están disfrazados de gauchos. En el interior es el movimiento anti sistema, de resistencia, el grito.
Con su trío actual tocan sobre todo en el interior. ¿Cómo ve en Capital la situación post Cromañón?
No fue que a partir de ahí se establecieron bien las reglas de seguridad como corresponde. No, sencillamente, ya no hay lugares. Pero ya venía una tendencia, los cafés concert, que antes inundaban la Capital, fueron desapareciendo a manos de los mega conciertos, los mega festivales. Cromañón fue una tragedia espantosa con derivaciones políticas repugnantes. Ibarra fue elegido dos veces por la gente y lo tiraron a la hoguera; para mí antes de condenar a un Jefe de Gobierno tenés que pasar por cuatrocientos tipos, fue un juicio político ridículo. Por supuesto que es jodido que se te muera un hijo, pero un ejemplo de cómo reaccionar decente y valientemente son las Madres de Plaza de Mayo.
¿Cómo pueden los jóvenes de hoy nutrirse de la herencia cultural setentista sin esclavizarse a un paraíso perdido?
Es difícil, ha cambiado tanto todo. En esa época sacamos el Expreso con Jorge Pistocchi y no había casi nada, entonces la ponías en un lugar y ya estaba, existía. Hoy para poner algo, qué se yo, hay tanto de todo, millones de cosas, saturación total. Pienso que habría que volver a lo amateur. El arca de Noé la hicieron amateurs, y el Titanic profesionales. Con el progreso nació la catástrofe. Amateur es corazón y huevos; si buscás poner una mega productora al servicio de tu corazón, se te enfría en la red.
Nosotros el último disco lo hicimos independiente simplemente por darte el gusto de grabar lo que quieras, que participen todos los amigos que vos quieras, grabar lo que se te canten los huevos. Mucho más artesanal que lo que te posibilita estar enganchado a la gran red. No se cómo será, no sé cuál costo tendrá, porque nunca estuve ahí, al amparo del sistema. Nosotros tenemos que volver a juntar guita para sacar otra tirada de copias.
Creo hay que insistir y volver a las peñas folclóricas, las reuniones, las metas en común. Los síntomas de buena resistencia nueva son los centros culturales de barrio, donde las señoras de ochenta años en vez de estar en un geriátrico van a pintar, o a tejer y a escuchar a uno que zapatea o toca la viola, o algunos pibes a lo mejor zafaron del paco porque tuvieron acceso a otra actividad; esos lugares son purificadores. Y a otro nivel más alto, las empresas recuperadas, que son muchas más de las que nadie se imagina, y los micro emprendimientos, que salen para adelante como si hicieran música.
¿Lo afectan más las cosas alegres o las tristes, es decir, qué sensación le da el mundo?
El mundo es bajón mal. La resistencia cuesta, siempre costó, y cada vez cuesta más. En este momento hay una crisis humana en todo el mundo que es alucinante. Las angustias más grandes que yo tengo son existenciales, me parece que el ser humano está haciendo agua.
Eso explica un poco su libro, ¿no?, cuyos cuentos son protagonizados casi todos por animales.
Sí, yo siempre digo que los bichos, los animales, son la vanguardia, los dignos habitantes de este planeta.
Hace dos décadas su espíritu era “a pesar de todo me siento bien”. ¿El mundo fue para otro lado que el que usted esperaba?
Nunca tuve demasiada esperanza. El otro día estaba viendo un planisferio, que es como la cáscara de la tierra así toda planchada, estirada. Siempre me gustaron los mapas. Y empecé a ver que todos los puntitos, las grandes capitales, no tenían una dispersión armónica sobre la superficie, y me dio la sensación de que todos estamos apiñados, cagados de miedo entre nosotros, recluidos en ciudades. Y que por ahí cuando el hombre se hizo sedentario se le pudrió toda la cosa. La posta la tenían los nómades. Ahora el nomadismo hay que empezar a hacerlo desde el propio lugar, empezar a salir un poco. Creo que hoy el antinomadismo es esta cuestión maniática de la seguridad. La seguridad no existe en la raza humana.
¿Alguna vez pensó en tomar un camino un poco más al estilo que llama mariconeado, es decir con más garantías y menos cuidado de su deseo genuino?
No, porque sinceramente nunca confié en mi propia mariconería, creo que hay que luchar contra ello. Todos somos muy maricones, pero un guerrero tiene que luchar contra el miedo. Si te ganó el miedo cagaste; creo que con el miedo hay que no digo hacerse amigo, pero mirarlo de cerca como diciendo “¿cómo te va, bien?, bueno, acá estoy yo, no me vas a cagar”. Muchas veces me analizo y siento que tengo mis mariconismos, pero trato, cuando encuentro mi eje, de decir no, hay que salir para afuera. Y lo hago con la música, que para mí es lo más lindo del mundo.
¿El momento de mayor conciliación con "el sistema" fue Peor es nada?
Por ahí sí. Pero el paliativo fue cómo nos cagamos de risa, todos esos años, con el petiso Ginzburg. Más que nada los reportajes eran maravillosos. Yo con Sonia me chuponeé hasta a Alfonsín. Una vez fuimos a la cancha de Velez, y en el entretiempo, con el estadio lleno, me lo chuponeé a Chilavert en el medio del campo. Chilavert, un orangután, pero se lo tomó bien. Muy pocos reaccionaron mal ante Sonia: Mirtha Legrand, Ricardo Montaner. Los políticos se cagaban de risa. Siempre hay que tener humor.
En Delicatessen hacían delirios basados en la improvisación. ¿Cómo fue reemplazar a Rabinovich en una gira por España con Les Luthiers, un humor tan guionado?
Esa fue una cosa que no la pude creer en mi vida. Son los maestros del humor diseñado. Yo estaba por estrenar una obra en La Plaza y un día sonó el teléfono, era Munstock: “Negro, nos tenés que hacer un favor, ¿te animás a actuar en la gira de Grandes Hitos?” Postergué la obra. La relación entre ellos no se puede creer, son una especie de tribu. Siempre estaba la cuestión de buscar el lugar donde se iba a morfar todos juntos después de la función, o de tal vinito o quesito que había que probar juntos, o a dónde se iba a pasear al día siguiente todos juntos. Y encima son la finez total, son maravillosos: unos hippies elegantes.

5 comments:

Unknown said...

Que grande el negro!

Me encantan estos reportajes. Seguiré leyendo.

Saludos!

Agustín Jerónimo Valle said...

Sí un grosso el Negro, a full. Creo que la que más me gusta es la de "...y andábamos todos de lo más tranquilos".

viole said...

grande hermanito
me encanto el reportaje

besos

viole

Cartelera cultural said...

Muy buena la entrevista. Rescata el valor de la palabra, muchas veces perdida y bastardeada

Subfaction said...

Great blog you hhave