Tuesday, September 18, 2012

Reseña de Gira la noche, de Lucia Mazzinghi (Paradiso)


Aliento del Riachuelo
La silenciosa tragedia de un pianista de tango ilumina la oscura zona sur de Buenos Aires, con una prosa experimental que muta según el ánimo de su historia.

Por AjV para Rolling Stone

La vida es un lento y permanente proceso de demolición, decía Fitzgerald, y la metáfora del vaso a medias lleno o vacío bien podría afinarse por esta disyuntiva posible entre ver descomposición o bien la liberación de elementos para nuevas composiciones. En ese estado incierto de la materia vive Carmelo, el protagonista de esta segunda novela de Mazzinghi (Bs.As., 1975), triste pero atento al éxtasis potencial. Carmelo es un pianista de tango que mora en una pieza, aunque la novela no dice pieza, dice cuchitril, o covacha o escondrijo, en una búsqueda del lenguaje propio de la afectividad ambiental no de Argentina, ni siquiera porteña, sino de San Telmo, Constitución, La Boca, el sur de la ciudad. En siete pegajosos días de febrero, con el carnaval de fondo, trascurre la novela de este tanguero trágico, nunca melodramático; entre conventillos superpoblados, supervivos con paredes decadentes, conventillos sórdidamente vitales, entre transas y travestis y señoras del barrio, entre chicos que juegan a la pelota contra el paredón de un desarmadero, en la vida pudriéndose y regenerándose anda Carmelo. Herido de amor, abandonado y ensartado en la nostalgia de Olga, Olga de risa burbujeante, Olga que era la alegría toda, o al menos así la ve ahora que la tiene para siempre perdida, un agujero negro de misterio desde el día en que se las tomó. Carmelo la recuerda, mira por su ventana, sale a deambular, y toca, toca; Carmelo toca porque si no, no es. Toca tangos con el cielo y el infierno, en el bar de su amigo Villalba; toca muy lejos de los circuitos de posible consagración, porque el éxito es, siempre, la reproducción del poder de los que se las saben todas. Carmelo prefiere la ignorancia a la impostura, sabe entregarse al piano desde su no saber: sentarse, estar y tocar. En la materialidad invisible de su música, arma, inventa, conmueve a las almas espectadoras que aplauden a rabiar pero nunca dejan de ser distantes. Toda la vida de Carmelo es aguantar en la descomposición para poder servirse como materia germinal de formas nuevas, cuya belleza, empero, las conecta con el fondo de la historia –de la belleza-. Es un bicho, Carmelo, pianista mugroso, y Gira la noche narra eso: el plano bichezco de la ciudad, las existencias que no replican modelo alguno, y que por lo tanto su sola presencia amerita narración. Algo felisbertiana, algo arltiana, algo irlandesa, exprime el jugo pastoso de la ciudad. Un viejito que vende quiniela es todo un cuento en un solo párrafo, para esta prosa donde el oído es la conexión primera con el mundo, una prosa experimental, lírica, musical, discontinua y de ritmos variables, pegajosa como la ciudad que describe; un poderoso vaho de aliento para la narrativa argentina actual. 

2 comments:

Anonymous said...

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Anonymous said...

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wound uρ here "Rese�a de Gira la noche, de Lucia Mazzinghi (Paradiso)".
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