Aliento del Riachuelo
La silenciosa tragedia
de un pianista de tango ilumina la oscura zona sur de Buenos Aires, con una
prosa experimental que muta según el ánimo de su historia.
Por AjV para Rolling Stone
La vida es un lento y permanente proceso de
demolición, decía Fitzgerald, y la metáfora del vaso a medias lleno o vacío
bien podría afinarse por esta disyuntiva posible entre ver descomposición o
bien la liberación de elementos para nuevas composiciones. En ese estado incierto
de la materia vive Carmelo, el protagonista de esta segunda novela de Mazzinghi
(Bs.As., 1975), triste pero atento al éxtasis potencial. Carmelo es un pianista
de tango que mora en una pieza, aunque la novela no dice pieza, dice cuchitril, o covacha o escondrijo, en una
búsqueda del lenguaje propio de la afectividad ambiental no de Argentina, ni
siquiera porteña, sino de San Telmo, Constitución, La Boca, el sur de la
ciudad. En siete pegajosos días de febrero, con el carnaval de fondo, trascurre
la novela de este tanguero trágico, nunca melodramático; entre conventillos
superpoblados, supervivos con paredes decadentes, conventillos sórdidamente
vitales, entre transas y travestis y señoras del barrio, entre chicos que
juegan a la pelota contra el paredón de un desarmadero, en la vida pudriéndose
y regenerándose anda Carmelo. Herido de amor, abandonado y ensartado en la
nostalgia de Olga, Olga de risa burbujeante, Olga que era la alegría toda, o al
menos así la ve ahora que la tiene para siempre perdida, un agujero negro de
misterio desde el día en que se las tomó. Carmelo la recuerda, mira por su
ventana, sale a deambular, y toca, toca; Carmelo
toca porque si no, no es. Toca tangos con el cielo y el infierno, en el bar
de su amigo Villalba; toca muy lejos de los circuitos de posible consagración,
porque el éxito es, siempre, la reproducción del poder de los que se las saben todas. Carmelo prefiere la ignorancia a la impostura, sabe entregarse al piano
desde su no saber: sentarse, estar y tocar. En la materialidad invisible de su música,
arma, inventa, conmueve a las almas espectadoras que aplauden a rabiar pero
nunca dejan de ser distantes. Toda la vida de Carmelo es aguantar en la
descomposición para poder servirse como materia germinal de formas nuevas, cuya
belleza, empero, las conecta con el fondo de la historia –de la belleza-. Es un
bicho, Carmelo, pianista mugroso, y Gira
la noche narra eso: el plano bichezco de la ciudad, las existencias que no
replican modelo alguno, y que por lo tanto su sola presencia amerita narración.
Algo felisbertiana, algo arltiana, algo irlandesa, exprime el jugo pastoso de
la ciudad. Un viejito que vende quiniela es todo un cuento en un solo párrafo,
para esta prosa donde el oído es la conexión primera con el mundo, una prosa experimental,
lírica, musical, discontinua y de ritmos variables, pegajosa como la ciudad que
describe; un poderoso vaho de aliento para la narrativa argentina actual.
2 comments:
I like Luci E cіgs
Feel free to ѵisit mу website :: green smoke e cig
І seldom create сomments, but i did sоme seaгching and
wound uρ here "Rese�a de Gira la noche, de Lucia Mazzinghi (Paradiso)".
Anԁ I do havе a couple of quеѕtiοns for you if it's allright. Could it be just me or does it look like a few of these remarks come across like they are coming from brain dead people? :-P And, if you are posting at additional social sites, I would like to keep up with everything new you have to post. Would you list of all of your public pages like your twitter feed, Facebook page or linkedin profile?
Take a look at my homepage - more resources
Post a Comment