Thursday, November 26, 2009

Reseña de Marcas de Nacimiento, de Nancy Huston (Edhasa)

Publicado en Rolling Stone, noviembre 09


Los cuatro capítulos están narrados en primera persona por sendos niños de seis años, distintos escalones o eslabones de una línea genealógica: Solomon, Randall, Sadie, y Kristina, hablan de sus vidas en California 2004, New York y Haifa 1982, Toronto 1962 y Munich 1944/45. Las historias personales muestran su receptividad de la herencia familiar y de la Historia de las sociedades; bisabuela y bisnieto comparten un lunar y el contacto con el horror de la guerra: una víctima en carne propia del nazismo, el otro fascinado por las imágenes del poder sobre la carne ajena que produce el aparato militar estadounidense y él busca en Google, para “sobarse” a escondidas de sus padres. Tanto por victimización o por perversión, la novela asume la caducidad de la idea de inocencia infantil.
Dentro de la apuesta por reponer un entramado familiar y con él un período histórico que va de Himmler a Abu Ghraib, empresa ambiciosa de por sí, Huston agrega el desafío de que las trescientas páginas sean enunciadas por niños. Se toma la licencia de que perciban y digan con una inteligencia de bastante más edad que la que tienen; es como si el niño explicitara en palabras lo que le pasa internamente (“Yo preferiría estar siempre jugando que hacer cualquier otra cosa porque puedes abstraerte por completo”). Tampoco se toma mucho trabajo para diferenciar las voces (maneras del habla) de los distintos niños-narradores. Apuesta a que la intensidad esté en la historia, el interés de los hechos en sí, de manera que la ingeniería estructural de la novela es compleja mientras que los modos de decir tienden a la llanura; cambian los enunciados sin afectar la enunciación, lo relevante no hace relieve expresivo.
Reuniendo así elaboración y accesibilidad, en Francia Marcas de nacimiento vendió cuatrocientos mil ejemplares y recibió el premio Femina, antes otorgado a Saint-Exupery y Marguerite Yourcenar. Como Faulkner en El ruido y la furia, antecede el texto con el dibujo del segmento del árbol genealógico que la novela construye, aquí, de final a principio, de 2004 a 1945. Solomon siente que es superdotado y que si Dios lo puso en el estado más rico del país más rico, “capaz de desatar el juicio final para toda la especie humana”, es porque su destino es dominar el mundo. Su bisabuela es lesbiana y fue una cantante mundialmente famosa, su abuela es judía ortodoxa, conferencista y autora de libros, y su padre mantiene la familia trabajando en una empresa que diseña robots bélicos. El gran lunar que es la marca de nacimiento común, Solomon lo tiene en la sien, y le hacen cirugía de extirpación, pero se le infecta y queda peor que antes, anunciando acaso lo necio del control total y de intentar eliminar la presencia del origen.

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