Genealogía del orden neoliberal
Coordinado por Alfredo Pucciarelli, Los años de Menem (Siglo XXI) estudia los mecanismos del orden político y la conformación del modelo acumulativo de la década del noventa.
Los años de Menem es el tercer libro sobre historia reciente hecho por Alfredo Pucciarelli y su equipo de investigadores y editado por Siglo XXI, después de Empresarios, tecnócratas y militares y Los años de Alfonsín (Pucciarelli es doctor en Filosofía con especialización en Ciencias Sociales y coordina dos grupos de UBACYT). En este volumen se aborda la construcción del orden neoliberal -como reza el subtítulo-, con su conllevada pregunta por el menemismo como remodulación del peronismo. Ya en la introducción (escrita por Paula Canelo, Mariana Heredia, Mariana Gene y Pamela Sosa) se plantea que el menemismo mantuvo el característico “pragmatismo ontológico” del peronismo, pero se alejó de su tradición en cuanto borró de su cosmovisión la presencia pesada de un adversario social –los sucios oligarcas.
Este objetivo de estudiar rupturas y continuidades también es implementado por el único articulo escrito por Pucciarelli, sobre la consolidación política del menemismo en sus primeros años, donde comienza desde el progresivo ocaso del gobierno alfonsinista, y señala que las lógicas de construcción de poder bautizadas luego como menemismo, estaban ya presentes en el periodo radical, sobre todo en torno a Enrique Nosiglia, aunque también se deja planteado que Eduardo Angeloz se perfilaba netamente como administrador de la reforma neoliberal. Además, el proyecto general del libro se propone revisar la década menemista a los fines de un ulterior estudio que identifique las interrupciones, o bien continuaciones reformuladas, de sus mecanismos de producción de desigualdad, en la primera década del siglo veintiuno –cabe esperar, por supuesto, un venidero trabajo de Pucciarelli y su equipo.
La perspectiva plantea sistemáticamente una atención simultánea a lo macro y lo micro, y, especialmente, un abordaje de lo social concentrado sectorialmente. De ese modo complejiza la visión del menemismo, enriqueciendo la visión politicista de la historia con una interrelación donde dirigencia estatal, instituciones corporativas, partidos políticos, grupos económicos y profesionales técnicos de la reforma económica confluyen en un proceso cohesionado, que lleva como sello simple el nombre de neoliberalismo. Los investigadores parten de las preguntas (o “paradojas”) más insistentes en las diversas interpretaciones del período, como ser los motivos del “apoyo popular” a un gobierno anti popular, o la deslegitimación de la política durante el afianzamiento del sistema de democracia electoral.
Este abordaje sectorialista lee la época según las relaciones entre las fuerzas de poder organizadas y dominantes (así las dos partes del libro llevan en sus nombres al “Peronismo, radicalismo y las fuerzas armadas” y a los “Economistas, empresarios y Estado”). Bajo el argumento discutible de que fue una época de llamativamente baja conflictividad social, Los años de Menem cuenta una historia de los sujetos que escriben la historia –aunque no tal como esos sujetos la cuentan-, y su relato margina al ciclo de luchas populares comenzado con el Santiagazo en el 93 y con hitos como el indomable sindicato de municipales jujeños liderado por Carlos Perro Santillán, las dos Marchas Federales, la incendiaria cadena de puebladas en localidades arruinadas por la privatización de YPF, o el persistente sostén intolerante hacia la impunidad de los HIJOS, en fin: no estudia, el libro, signos del agite popular, del caldeo de formas de rabia –o de alegría alternativa- que sacudieron al sistema político el primer año de la década siguiente, aun cuando reconoce abiertamente que fue “el levantamiento popular de fines de 2001 el que terminó con el modelo de dominación hegemónica de los noventa”. Atiende a la interioridad de los poderes.
Varios artículos presentan buenos constructos de información, y así dan carnadura -nombres, números, oficinas, decisores concretos- a los procesos que el imaginario común a veces naturaliza al punto de mistificar. Sin embargo, en general el libro sobreabunda en un desplazamiento típico de la escritura académica, el pulso de demostrar y justificar prima sobre la inventiva y el descubrimiento; hay menos hipótesis que técnicas demostrativas, basadas, ademas, en citas a otros papers. Tanto trabajo en explicar lo que se va a hacer y en apoyarse en lo ya hecho por otros termina por expulsar el riesgo y la osadía investigativo-conjetural (como si se jugara con nueve defensores). Lo que resulta con demasiada frecuencia en un hasta conmovedor retaguardismo del discurso científico respecto de los saberes sociales; una sistematización sólida, inundada de superfluidad de de tan rezagada respecto del saber sensible colectivo. Se considera por ejemplo “temprano” haber señalado en 2002 que en los años noventa se produjeron “declinación económica, decadencia social y degradación política” (por Pucciarelli, quien, por otra parte, en reportajes actuales muestra una robusta lucidez en la política actual); también sucede mucho en las conclusiones finales de los textos, tomados por una demostración fría y desapasionada de lo obvio.
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