TORTURADORES ERAN LOS DE ANTESLos trajes de marca hechos a medida y la siempre vigilada elegancia conviven, en este gángster londinense de los sesenta, con una crueldad de grado cero: no siente nada mientras lleva la batuta de una sesión de picana eléctrica –exitoso invento argentino-, ni mientras acaricia pies desnudos con un encendedor prendido para estimular un relato. El loco Harry. Harry Starks. Levanta mucha plata en chanchullos varios y es dueño del club nocturno Stardust. “Jefe de una banda de torturadores” según la policía y -hay que decirlo- la Justicia. Harry Starks, de físico imponente, sonrisas y miradas implacables; gángster judío, gángster homosexual, gángster con brotes psicóticos y miedo sólo a la locura; Harry Starks, entrepeneur eufórico y sin miramientos, cruel y desreglada voluntad de poder.
Publicada en Inglaterra en 1999 (hecha serie por la BBC en 2004), esta primera novela de una saga de tres está diseñada para entretener: ágil, visible, estructurada, con calculado vaivén emocional. Pero también busca funcionar como novela histórica y hasta de diagnóstico social. Se compone de cinco historias contadas por cinco personajes vinculados a Harry. El epicentro es el barrio londinense Soho en 1964, cuando estallaba la crisis de las formas culturales burguesas. Pero detrás de la -por así decir- profusión capilar y las palabras de amor y paz, detrás de las sustancias usadas para la expansión de la conciencia y la comunión fraterna, había redes delincuenciales de abastecimiento: mafias. Pedazos de “viejo mundo” que se refuncionalizan al servicio proveedor del nuevo. Harry Starks es de la vieja escuela. Un caballero. Un ladrón, un extorsionador, un torturador y asesino, pero con códigos, lo cual acaso permita y contribuya a que caiga bien: hay mal en las cosas pero al menos tiene un orden lógico, una predictibilidad. ¿Hijos de puta eran los de antes?
El personaje tortura sin sufrir ni excitarse, frío. Y la novela repite (palabras más o menos) que “hace lo que necesita para conseguir lo que quiere, son negocios”, es decir que la insensibilización del gángster respecto del sentir ajeno existe como recurso del ansia monedista. Sería, la figura del gángster, la encarnación del capitalista salvaje: las cosas todas miden lo que valen en el mercado monetario y las acciones se organizan en función de la maximización de la ganancia. Negocios. Cruel y reglada voluntad de tener. Pero todo eso es una experiencia (quizá más que el tener el apropiarse), una fauna y hábitat correspondientes, como insiste Harry, no a una actividad marginal, sino a una fase constitutiva de la economía, un segmento ilegal de la economía que es una sola. Epígrafe de Brecth: ¿Qué es robar un banco en comparación con fundar uno?
Por Agustín J. Valle - publicado en Rolling Stone agosto 09
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