Latinoamerica de ayer y de hoy
Informarse no es lo mismo que conocer; el conocimiento viene ligado a una experiencia. Algunas obras logran conectarnos con la experiencia del conocimiento, y no meramente con su producto. Es una de las aspiraciones de la crónica como género periodístico, y puede lograr, como esta compilación de la periodista mexicana, que los datos tengan –o recobren- sentido: su efecto sensible en el entorno mundano donde existen. Se leen, entonces, estas crónicas de Latinoamérica, olvidándose de que se está leyendo, es como si el texto no estuviera, como si visitáramos hechos, personas, lugares, situaciones, campamentos guerrilleros en El Salvador de los primeros ochentas; calles, plazas y bares cubanos durante los días de la visita del papa Juan Pablo Segundo; la selva chiapaneca en los años previos a la existencia publica del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, pero también el masivo mundo del umbanda brasileño, la lucha libre femenina en Bolivia…
Alma Guillermoprieto nació en México DF pero hizo carrera en Estados Unidos, es desde hace treinta años la cronista sobre asuntos latinoamericanos en medios de prensa estadounidenses de primera línea, como The new yorker o National Geographic, y ha recibido numerosos premios. Desde el país de nunca jamás reúne una selección de sus crónicas, organizada en tres secciones: los ochenta, los noventa, los dos mil. Hay crónicas que son largos perfiles de personajes, como Mario Vargas Llosa y Eva Duarte de Perón; y hay “rarezas”, como una crónica sobre el grupo Menudo (si, donde debutara -por así decir- Ricky Martin), que muestran la policromía del subcontinente. Pero sobre todo, el libro muestra una inquietud, primero en torno a la violencia política, revolucionaria y contrarrevolucionaria (Salvador, Sendero Luminoso en Perú, Granada invadida por Estados Unidos), y luego, en los textos mas recientes, en torno al poder del narcotráfico, la corrupción política estructural y la violencia social naturalizada que apareja, sobre todo en crónicas mexicanas, como la que cuenta sobre la epidemia de tormentos y asesinatos de mujeres en el norte. Los textos fueron escritos para el público estadounidense, y eso se nota en la mezcla de gravedad social, indignación política y asombro folclórico; pero más aun en las tres crónicas dedicadas a Cuba y Fidel Castro. Guillermoprieto no se ahorra tomar postura; lo hace mediante el recorte de los hechos, el encuadre, pero sobre todo, el tono. No transmite teorías que interpreten lo que cuenta, pero las notas articulan su carga informativa en una consistencia afectiva lograda por el arte del relato, por contar cada historia como un mundo, uno de los muchos mundos del mundo.
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