¿Holocausto? Yo, argentino.
Castillos medievales rodeados de nieve, sombras presionando desde “el fondo de la Historia” y cavilaciones en tren a través de la Selva Negra son el grandilocuente marco de una búsqueda de piezas del pensamiento metafísico del siglo veinte menospreciadas, búsqueda cuya motivación última es en verdad tan oscura como la relación de los individuos alemanes con su pasado, a veinte años de la caída del muro y sesenta y cuatro de la del Tercer Reich. ¿Obedecían los alemanes a la máquina social nazi desde el mismo impulso de sentido común desde el que cada uno obedece la máquina social que le toca?, parece ser una de las opciones en juego.
Ganadora del español premio Jaén de Novela (vigésimo cuarta edición), la cuarta novela del rosarino nacido en 1975 y emigrado en 1999 (primero a Germania y luego a España) impresiona en principio por la solidez de su prosa, por la condensación de tópicos mayores -como la tradicional tensión entre naturaleza y técnica en la cultura alemana- en la que podría si no ser “mera” descripción material de imágenes y situaciones. Como si el propio estilo, minuciosamente pulcro y cerebral, de frases largas sin cabos sueltos, diera cuenta de los temas que subyacen movilizando la historia de los personajes.
Un joven argentino viaja a Alemania para buscar a un filósofo ya anciano; quiere conocerlo, estudiar con él, traducirlo y difundirlo aquí. La novela tributa a Roberto Bolaño por apostar a la épica de la búsqueda de un autor misterioso, oculto y protagonista de un gran acontecimiento del intelecto y el espíritu. También acierta en que -como el chileno con la literatura y los literatos en 2666 y Los detectives salvajes, de la que toma el nombre de un personaje- sea una historia no tanto de filosofía como de filósofos. Hombres con un metié que constituye su delirio y su grandeza, la miel y el tormento de su alma, personajes románticos que emanan sentido. Y también como el chileno aunque acotado, apuesta por un esquema de relato coral, vía una lógica de mamushkas: el narrador cuenta que un personaje cuenta que otro contó que… así nos pasea por el sitio a Leningardo, por un crudo invierno danés y la Berlín oriental en los ochenta.
Pero sin embargo, y más allá de que en comparación con la hondura riqueza y la belleza trágica de las grandes novelas de Bolaño Pron es una sombra, hay que señalar que allí donde Bolaño apuesta por lo abierto, Pron apuesta por el cierre, el orden, y que allí, en lo oculto perseguido, donde Bolaño pone una fuente de singularidad vitalista, Pron pone a Hitler.
Pareciera sugerir El comienzo de la primavera que todo Occidente debe hacerse cargo de Alemania, uno de los pueblos más cultos de la tierra orquestando la más atroz masacre, el centro de la filosofía durante al menos dos siglos que desembocaron en la más acabada máquina deshumanizante. En ese marco, la deriva de Pron es triste: una filosofía que plantea la discontinuidad, esto es, la dimensión de desorden e incalculabilidad entre las sucesiones de hechos, la concepción no determinista del decurso de las cosas, termina asociada no a una libertad creativa sino a la locura individual o la aberración asesina colectiva.
Una versión algo más brevea salió en Rolling Stone de Julio.
1 comment:
Muy interesante para leer. Esa perspectiva para ver los hechos desde una realidad distinta es lo que atrae.
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