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Wilbur Smith nació en 1933 de familia inglesa, en Rodhesia del Norte, actual Zambia. Se graduó en la universidad de Rhodes. La publicación de Donde comen los leones, en 1964, dio inicio a una exitosa carrera en la que sus aventuras africanas fueron traducidas a 26 idiomas y han vendido cerca de cien millones de libros. Actualmente vive en Ciudad del Cabo.
Wilbur algo más joven que ahora
Estrella del mercado editorial mundial, las palabras “Wilbur Smith” ocupan mucho más espacio en la tapa que el título de su última novela, El Soberano del Nilo, continuación de su saga egipcia, recientemente editada en el país por Emecé. Es trigésimo primer título de este escritor que dice no juntarse con colegas y que lleva vendidos cerca de cien millones de libros desde su aún exitoso debut: Cuando comen los leones. De visita promocional en Argentina, se encontró con la sala Gorriti de la Feria del Libro colmada de gente deseosa de conocerlo en persona.
Variando lugares y épocas, el Africa “exótica” siempre es el escenario de sus historias de prosa clara, lo que transpola su niñez durante las décadas del 30 y del 40 en lo que era Rhodesia del Norte, actual Zambia,: “El jardín de mi casa tenía doce mil hectáreas, y era muy divertido ser un niño en Africa, con todos los animales, los pájaros, la vegetación, los elefantes, un montón de chicos negros por todos lados”.
En la sección biográfica de su sitio web, Smith muestra una foto de su abuelo sosteniendo la ametralladora principal de un pequeño pelotón de soldados ingleses a principios del siglo 20. Otra, ya en los años treinta, de su padre recostado sobre un elefante, fusil aún tibio en la mano depredadora:
“Era un hombre muy duro mi padre. Pero los chirlos que me daba cada tanto con su cinturón eran mayormente merecidos y, para mí, el pequeño precio que debía pagar por estar cerca suyo; a mis ojos él era Dios en la Tierra. Cuando cumplí ocho años me regaló un rifle de repetición Remington que él a su vez había recibido de mi abuelo, lo que dio inicio a mi romance de toda la vida con las armas de fuego. Ahora para venir a la Argentina la única condición que puse fue tener unos días para ir de caza, en Salta. Estuvo maravilloso, las aves de allí son sabrosísimas. Pero, sin embargo, más que las armas me gustan las chicas”, dice, en su castellano amateur.
En el hotel Plaza, Smith invita a su esposa -de rasgos orientales y unos treinta años menos que él- a acompañarlo en las fotos. Sentados en enormes sillones sobre la alfombra gruesa como un colchón, sonríen. La traductora aprovecha para advertir, antes de comenzar, “cuáles son las cosas que no le gusta que le pregunten: cuánta plata gana y si tiene bloqueos de la inspiración”. Pero no hay interés en evitar que este africano reivindicado británico, que vive en Sudáfrica y ya tenía 60 años cuando finalizó el apartheid, promocione la supervivencia de los ideales del racismo colonial.
¿Cómo se siente en esta visita? ¿Esperaba convocar casi mil personas en la Feria?
Me siento muy a gusto en Argentina. La primera vez que vine fue en 1982 y desde allí creo que volvía casi todos los años. Me gustan los lugares que hay aquí, la gente, la comida, siempre encuentro pequeñas cosas que no había visto antes. La arquitectura, la diversidad de escenarios que tiene el país, y por supuesto la carne argentina y los vinos, y la población es muy amistosa. Lo que me lleva directamente a mi presentación en la Feria del libro: yo conozco las estadísticas de la cantidad enorme de gente que asiste, pero aún así debo aceptar que me sorprendió la cantidad de argentinos que vinieron a verme a mí, eran cálidos y su afecto era tangible. Desde gente mayor que yo hasta adolescentes. Esto es lo más recompensante que puede pasarme. Fue maravilloso
Su público no sólo es multi generacional sino internacional. ¿Qué características debe tener una obra para ser universal?
Bueno, me siento halagado por escuchar que diga eso, gracias. Lo que intento es invitar a la gente a que se suba a mi alfombra voladora, y llevarla de viaje. Ahora bien, para ser sincero, me cuesta definirlo o analizarlo; es como el cuento del ganso y el huevo: si uno intenta ver cómo y por dónde sale el huevo, mata al ganso. Pero a ver, diría que es clave el sentido común que tengo. Las cosas que me interesan son las que le interesan a la gente en general. Escribo sobre Africa en épocas muy lejanas y lugares muy distantes, y escribo sobre gente. Según mis experiencias, la gente se interesa por la gente, sobre todo por las historias de amor. Eso es lo que funciona, las historias de amor, desde la Biblia es así, si tomas a Shakespeare también, ves que siempre están escribiendo sobre lo mismo, historias de amor. Entonces incluyendo ese elemento se puede poner a los personajes en situaciones y escenarios inusuales, se puede llevar adelante la historia con vigor y energía, describiendo las cosas muy claramente para la gente. He sido acusado de no ser un escritor sino una videocámara verbal.
Suena más a halago que a acusación. Siendo una literatura tan visual, ¿se imagina qué actor mejor representaría a Taita (protagonista de la última y varias otras novelas)?
Mis experiencias con Hollywood y las películas no ha sido una experiencia feliz. Y esa pregunta toca justo el centro del problema: escribo mis libros con la expectativa de que mis lectores usen su imaginación. Debo dejar espacios libres; yo les doy contornos de las cosas y mis lectores las llenan. Ese es un motivo por el cual no quiero relacionarme con las películas. El otro es que, por las características de mis ficciones, debería ser una superproducción, con un equipo de gente enorme, doscientas cincuenta personas en una gran pirámide en cuya base, debajo de todo, en la última roca, está el escritor. Y yo tengo suficiente vanidad y autoestima como para querer ser siempre el número uno. No me gusta ser el número 25. Podría también hacer películas mediocres con mis libros, más baratas, pero mis libros venden tan bien que, desde el punto de vista financiero, no me sería reedituable, y prefiero abstenerme de un film que desmerezca mi literatura.
Su nivel de ventas es, ciertamente, impresionante. ¿Qué efectos tiene la consagración en las motivaciones para escribir en un escritor?
Yo no sigo escribiendo por el dinero, porque ya lo tengo. Aunque por supuesto a uno siempre le gusta ganarlo, no es mi motivo principal: escribo para estar vivo. Creo que en la carrera de un escritor todo empieza con las expectativas. Si escribes pensando en que tu libro se venderá y serás rico y famoso, tienes cien chances más de desilusionarte. Los escritores explosivamente exitosos como Joanne K. Rowilng, autora de Harry Potter, o Dan Brown, del Código Da Vinci, son uno en cien mil.
Si apuntas a ser un escritor profesional, y dedicas tu vida a las palabras y crear con ellas, lo mejor que puede sucederte es que tu primer libro publicado tenga un éxito limitado. Que ganes suficientes lectores como para autorizarte a decir que eres escritor y dinero suficiente como para vivir uno o dos años sin trabajar de otra cosa. Eso es lo ideal. Porque el segundo libro es mucho más difícil que el primero, siempre, y si debutas con un éxito enorme, el siguiente será casi imposible, porque tendrás las miradas de todo el mundo sobre ti; las expectativas ajenas te destruirán. Yo tuve mucha suerte en que mi primer libro me hizo saber: “Este es mi momento, el punto donde pasa el tren que me llevará a cosas más grandes”. El siguiente libro tuvo más éxito, el tercero más todavía; mi editor de aquellos tiempos ya me decía que no había editado a nadie que vendiera cada vez más. Y así, treinta y una novelas y cuarenta años después, soy un éxito explosivo.
Lo que siempre haya que tener en cuenta, y creo que mucha gente no termina de entender, es la soledad de escribir ficción, el encierro individual. Tienes que tener en tu interior el signo del solitario.
Cada escritor es diferente, por supuesto, pero esta es la regla general que pondría respecto de los novatos: no esperes demasiado, agradecé si consigues que te publiquen (cosa que hoy es extremadamente difícil en comparación con lo fácil que era en mi época) y preparate para soportar si escribes un libro y nadie en el mundo quiere a tu bebé.
En este nivel de profesionalismo, el trabajo de escritor incluye muchas cosas aparte de escribir (esta entrevista es un ejemplo), ¿cuáles le gustan más y cuáles menos?
Lo que más me gusta es el contacto con los lectores. El otro día en la feria había gente que al hablarme lloraba, diciendo que me leían desde niños. He sido involucrado en la intimidad de tantas personas que en cierto sentido son mis amigos y en otro completos extraños. La segunda cosa que me gusta es la libertad: puedo hacer exactamente lo que quiero hacer, cuando y como yo quiero, sin tener que seguir lo que me diga nadie. Esas son mis dos cosas favoritas.
¿Y lo que menos lo gusta? Todo trabajo lo tiene...
La verdad es que el proceso de escribir está tan incluido en mi vida que aquellas cosas que me podían resultar molestas en el pasado, he aprendido a incorporarlas felizmente. Yo soy un lobo solitario, y además me he entrenado mucho para serlo cada vez mejor.
Honestamente no puedo decirte que nada de mi vida me disguste: la gente me palmea la espalda, me da plata, tengo libertad; es la mejor vida posible. Hay trabajos en los que necesariamente se está en conflicto con otros, como por ejemplo un hombre de negocios, que tiene que hacer tratos, mejorar ofertas, competir. Pero yo no, no tengo competencia: los otros escritores son mis hermanos. Si otro escribe un gran libro y vende millones, como los casos que dijimos, estará haciendo que decenas de millones de niños aprendan el placer de la lectura, y por lo tanto me estará haciendo un favor a mí, porque cuando crezcan van a querer buscar otras cosas para leer y tarde o temprano comprarán mis libros. Somos hermanos.
Africa, el escenario de sus novelas, es el continente más excluido. ¿Cree que la literatura es uno de los modos de presencia africana más importantes en Occidente?
Ciertamente la lectura estimula los intereses por esas tierras, así como cualquier representación fácilmente asimilable. En literatura, la gente se engancha primero con los personajes, luego con las historias, y luego con los entornos, los diferentes grupos étnicos y animales. Absolutamente.
¿Cuál es el idioma de Zambia (donde actualmente el uno por ciento de la población es blanca)? ¿Usted lo habla?
Gineanja, que es un lenguaje muy difícil porque no tiene base latina. Pero hay una lengua franca, Fanegaló, que va de Africa Central a del Sur, que es una mezcolanza de muchas otras, y esa sí hablo. Yo siempre viví en Africa, pero nací en Africa central, luego me mudé más al sur, a Rhodesia, y cuando allí hubo guerra civil me trasladé a Ciudad del Cabo, Sudáfrica, donde desde entonces tengo mi hogar principal.
Usted nació en un país, vive en otro y habla una lengua de otro continente, lo cual en un escritor es clave, ¿cómo siente la nacionalidad?
No hay dudas de que soy británico, incuestionablemente. El inglés es mi lengua materna, y siempre he tenido un afecto muy profundo por Inglaterra y el estilo de vida británico. Además tengo un gran respeto por lo que fue el Imperio Británico. Pienso que fue una fuerza para el bien en el mundo.
De todas maneras, cuando Inglaterra juega al cricket, si el equipo sudafricano gana, me siento sudafricano, cuando el inglés gana, me siento inglés.
No puede perder.
No, no puedo perder.
En su perspectiva, y en términos generales, ¿cómo cambió Africa en los últimos cuarenta años?
Todo cambió. Primero que nada, el sistema político, con el quiebre total de todo el sistema colonial, portugués, francés, alemán, inglés. Toda la corriente de Africa para los africanos derivó esta especie de caos social y político, en esta suerte de crisis de los códigos de valores. Cuando yo era chico en Africa, las cosas eran muy primitivas, la infraestructura era casi nula, pero al menos entonces la naturaleza estaba más abierta, accesible. Ahora se desarrolló una especie de conciencia nacional de la gente negra, con, desafortunadamente, expectativas demasiado altas, imposibles de conseguir, todos ellos quieren manejar un auto de moda y tener un trabajo de hombre blanco.
Han avanzado también otros enormes problemas, como que los recursos se van disminuyendo. Mucha gente alrededor continente muere por las guerras y por la falta de comidas; además, enfermedades que en Occidente fueron controladas mucho tiempo atrás, allí matan miles de personas, como la tuberculosis, malaria, y ni hablar del SIDA.
¿Apoyaría un nuevo dominio de las potencias occidentales?
Me parece que ahora hay un gran sentimiento de exhuberancia allí, por la idea de Africa como un país nuevamente, de los africanos. Hay un gran sentimiento de excitación por vivir ahí, aunque es muy peligroso, el crimen está fuera de control... Todas esas cosas cambiaron, porque en el sistema colonial todo estaba controlado, había educación y servicios de salud que funcionaban, la gente negra tenía acceso a esas cosas, había ley y orden. Había guerras pero eran guerras europeas, y más allá de eso, todo era manejado y controlado ordenadamente, no caótico como ahora.
Por Agustín J Valle - Publicado en Revista Debate
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