Publicado en Debate, Agosto 2007
De chico, Félix Francisco Nebbia Corbacho comenzó a escribir con doble te su sobrenombre “para que quedara a tono con el apellido típicamente tano de doble consonante”. Nacido en 1948, con Los Gatos Salvajes fue en 1965 el primero en registrar rock en castellano en el mundo; también fue pionero en Argentina en el acercamiento entre el rock y el folclore, cuando en 1971 tocó chacareras con Domingo Cura. En el 69 protagonizó Extraño de pelo largo, dirigida por Julio Porter. Compuso grandes éxitos como La Balsa, cuyo simple vendió más de doscientas mil copias, o Sólo se trata de vivir, escrito en el exilio mexicano. Nuevamente a la vanguardia, en su retorno al país fundó Melopea, en la primera camada de discográficas independientes, con la que produjo las últimas grabaciones de Roberto Goyeneche y recuperó composiciones casi perdidas de Enrique Cadícamo en Nebbia canta a Cadícamo. Rosarino, desde 2002 es Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.
“¿Y, che, vamos a tomar ese café?”, insiste Nebbia por segunda vez. Pero en el cuartel general del sello Melopea en Villa Urquiza es inevitable demorarse: en las paredes, afiches, fotos y tapas de discos registran docenas de momentos de la vida y obra del fundador del rock en castellano. Sería un digno museo de no ser por la constante actividad del entorno. Es que Nebbia acaba de sacar un disco de blues con su banda La Luz y está por comenzar los festejos del cuadragésimo aniversario del disco debut de Los Gatos, aquel que incluyó su primer gran éxito, La Balsa, compuesto a dúo con Tanguito. Lejos de naufragar, Litto Nebbia siempre acaba de algo y está por otra cosa: ha grabado más de mil canciones y su sello independiente editó arriba de cuatrocientos discos. Y lejos de ser un extraño, aunque mantiene el pelo largo, atravesó cuatro décadas sin mancillar su prestigio artístico, sistemáticamente reconocido por músicos como Andrés Calamaro y Fito Páez. Pero ahora está conmovido por un reconocimiento inesperado que vino de San Luis, donde fue a tocar: “Yo andaba buscando un equipo de guitarra casi inconseguible, y muy caro, un Fender Twin Reverb, y un tipo allá lo tenía. Ayer me llamó y me dijo que me lo regala, que quiere que lo tenga yo. No sabía qué decirle. Mirá que encontrar gente que te robe es fácil, ¡pero que te regale!”
En el café Litto Nebbia aprovecha para contárselo al guitarrista original de Los Gatos, Gaetano Kay Galiffi, quien justo está comiendo y habla poco. Es que cuando habla casi no se le entiende: le sale portugués.
¿Es cierto que para el retorno de Los Gatos rastrearon al guitarrista, Galiffi, por todo Brasil?
Es que lo habíamos perdido, no sabíamos dónde estaba. El se fue del grupo antes de que nos separáramos en el 69, se casó e instaló en Brasil. Nunca más supimos de él. Resulta que Mario Antonelli, que está haciendo un libro sobre la historia de Los Gatos y es uno de esos coleccionistas que investigan todo el tiempo, encontró por mail un brasilero fanático de la banda, que nos había visto cuando tocamos allá en el 68, y este tipo dio el dato de que Kay estaba en Río, como profesor de música clásica brasileña en un conservatorio. Y bueno, aquí estamos. Ensayando mucho porque ahora empezamos la celebración por los cuarenta años de Los Gatos. Ya tocamos en Rosario como apertura simbólica. Va a salir la discografía completa remasterizada, el libro biográfico y documental de Antonelli, de 500 páginas, vamos a tocar en el país un poco más de treinta veces, y después cuatro o cinco fines de semana en los países limítrofes. Cada recital será de dos horas y media. Después, cada uno seguirá con sus cosas.
Ese ritmo de trabajo no demuestra que pasaron cuarenta años.
El que se dedica a esto no para. Ahora, la mayoría de los regresos son negocios en forma manifiesta; nosotros tuvimos muchísimos ofrecimientos para reunirnos y nunca les dimos bolilla para respetar lo que había sido el grupo y el momento en que había llegado a su fin. No queríamos reunirnos porque viniera alguien con un fangote de plata, y si ahora lo hicimos fue porque nos dio ganas, como homenaje.
Supongo que mil veces se habrá imaginado el reencuentro, ¿con qué sorpresas se encontró en la reunión de Los Gatos?
No dudaba de que al encontrarnos sonaríamos bien y que lo íbamos a disfrutar. Todos estos años uno tocó otras cosas, pero de cualquier manera te sorprendés de temas que no podés creer que hayan sido compuestos hace cuarenta años. Además los temas de Los Gatos tienen partes de improvisación, los solos de guitarras, y eso se hace hoy como sale hoy. Es como los grandes temas estándar de jazz, tocan los mismos hace décadas pero siempre desde enfoques vinculados con cada presente. Cuando una música tiene la línea melódica clara resiste el paso del tiempo. La que en lo rítmico o en la construcción melódica está afectada por una moda, no se banca el paso del tiempo. Por ejemplo si escuchás hoy un a go-go, o un twist, que fueron modas, te matás de risa, porque no quedó como una música clásica, en cambio si escuchás un bolero, que estaba antes de que yo naciera, notás que es una música más madura.
Pero ustedes (obviamente) no sabían si perduraría su música que luego resultó ser pionera de un movimiento enorme.
Cuando empezamos, por lo menos el primer año, era más intuición que conciencia, no teníamos idea del alcance que podía tener. Pero después de que hicimos el segundo disco ya pensábamos con otra responsabilidad, nos exigíamos que cada disco fuera claramente mejor que el anterior, teníamos que avanzar. Lo habíamos vivido con los Beatles: los dos primeros discos eran muy buenos, pero más o menos la misma onda; ya el tercero, como tenía que ver con la banda sonora de una película, tenía algunos arreglitos distintos, y cuando sacan el cuarto y quinto discos acá estábamos todos preguntándonos qué harían después. Esa fue una búsqueda siempre del rock. Yo por eso agradezco mucho la escuela del rock. En nuestro país, inclusive el acercamiento y la mixtura con el folclore y el tango siempre ha sido por preocupación del rock, del rock surgieron ganas de acercarse. Es más, cuando empezamos a tocar, los géneros de raíz argentinos nos rechazaban, nos hacían problemas.
¿Usted se volcó hacia los géneros nacionales como resguardo cuando el rock se hizo tan mainstreem?
Las cosas que comienzan en soledad, artesanalmente, primero son rechazadas, se llaman vanguardia se transforman en algo de culto. Pero cuando alguien se da cuenta del poder expansivo que tiene, lo toma, lo generaliza y hace un negocio asqueroso. Entonces llegó un momento en que un tipo se ponía un arito en la nariz y ya por eso era rockero. En estos tiempos que vivimos el rock es la música popular de mayor penetración cultural y también de mayor poder comercial. Para lograr que el género sea de consumo general y para cualquier poder adquisitivo, se ha bajado la guardia, se ha perdido el buen gusto. Por eso la música de rock que se ha quedado en esa forma armónica tan sencilla y a la vez parecida a los modelos del rock internacional, no me llega. Es muy cómico esto, si hacés algo distinto, el que no entiende las armonías o rítmicas que usás dice que haces “jazz”.
Si en la década anterior estábamos frente a una masividad de gente que no leía, ahora tenemos una pasividad que no escucha; lógicamente me refiero a leer y escuchar material que te haga crecer, que te emocione, que te movilice y te haga pensar un poco quien sos y qué querés hacer. Yo a mis trece años escuchaba a John Coltrane, Miles Davis y Gerry Mulligan, y tampoco es que los pasaban por todas las radios rosarinas. Los ideales de mi adolescencia no venían solos, estaban acompañados de discos, películas y libros inteligentes y de mucho gusto. Por eso tanta música de aquella época sigue sonando y tocándose por todo el planeta. El que cree que es solo nostalgia, está equivocado. Hoy hay muchísima gente que llena un estadio pero no por tocar bien, pasa por otro lado, por el hecho social del asunto, por la publicidad, las grandes estructuras.
Usted señaló varias veces que sus padres le abrieron las puertas del rock, justamente la música de rebeldía juvenil por excelencia.
Mis padres, que eran músicos los dos, fueron quienes me trans
mitieron cariño por esta profesión, fuertes ideales para poder realizar lo que uno ama. Eso fue todo. No se hablaba en mi casa de rock o tango, solo se hablaba de música. Y mi padre decía: “el secreto consiste en que cuando te dicen que lo que escribís no vale nada, no les des bolilla….y luego cuando te digan que sos un genio… tampoco les dés bolilla”.
Volviendo a la época de su adolescencia y primera juventud, ¿Cree que se mitifican los sesentas?
Hay una cosa de mitología. En Argentina hay cierta necesidad de reconfirmar la propia identidad en elementos ajenos, al mismo tiempo que la capacidad esponja de los argentinos nos hizo tan influyentes en el resto del continente. Muchas veces se dice que todo lo que había aquí era espejo de lo que pasaba en Europa o San Francisco, que La Cueva era réplica de The Cavern, y era un punto de reunión como cualquier otro, en algún lado había que juntarse. Sí es verdad que ahí capaz te conocías y después salían cosas y te seguías juntando en otros lados.
Muchas veces se relata esa época como si el rock hubiera sido una gran red de amigos
No era tan así, nosotros pensá que vinimos de Rosario para acá, traslado que había que hacer sí o sí para desarrollar esta profesión. Y fijate que la mayoría de los artistas somos del interior. Eso habla bien de Buenos Aires: tiene una cosa receptiva. Al principio es muy difícil llegar acá sin un mango y no conocer nada. Pero después es un lugar muy cosmopolita, habituado a la migración, si no nosotros no hubiéramos tenido éxito, ni León Gieco, ni Astor Piazzolla, que era de Mar del Plata, son infinitos los ejemplos. Creo también que el tipo que viene del interior trae una carga de adversidad muy fuerte que lo hace muy tenaz para luchar, porque el que vive acá que tiene la heladera llena desde el vamos, no tiene la urgencia del que viene de afuera que tiene que conseguirse donde dormir y a todo se le planta como músico, que es a lo que viene.
¿Una adversidad favorable?
Sí, porque te hace movilizar.
¿Cuándo se fue a México durante la dictadura también lo vivió así?
Sí, México es un misterio. Cuando llegás y no conocés un lugar, parece que naciste de nuevo, y si ya llegás con un propósito, con un proyecto desarrollado, tenés que ir viendo dónde meterte. Hoy en día tengo muchos amigos allá, es gente de una solidaridad impresionante.
Melopea nació allá, ¿verdad?
En México hice las primeras producciones usando este nombre de fantasía, Melopea. Después cuando ya me volví acá, a fines del 81 decidí ponerle ese nombre a la discográfica. Viene del latín, quiere decir componer. De ahí también viene melodía.
¿Cómo fue apareciendo el Litto Nebbia productor?
Es muy difícil desarrollarse con el arte en este país. Para hacer tu carrera artística y que se te abran las puertas, generalmente tenés que hacer muchas cosas que por ahí no te gustan, y bueno, yo no quería hacer ninguna cosa que no me gustara. La única manera era armarme un pequeño búnker, un lugar defensivo para desarrollar lo mío. Nosotros hace 17 años desarrollamos esta disquera independiente y tenemos mucha menos divulgación que cualquier cantante de las grandes discográficas internacionales. Pero aunque los discos que hago ahora no son tan conocidos como otros de otra época de mi vida, hago todo como quiero hacerlo.
Tal vez tiene que ver que nosotros elegimos esta profesión en la época de juventud, de manera muy vehemente y apasionada. Después las cosas que sucedieron escapan a lo que uno espera. Pero quizá por haber empezado tan jóvenes nos quedamos malacostumbrados con una concepción del arte muy exigente, muy idealista, porque uno se ha dedicado con ese criterio. Y de pronto vez que hoy en día las cosas se hacen bajo miradas materiales sin buen gusto ni criterio. Pero siempre hubo música mal hecha y música bien hecha.
¿Se considera un curador, un protector?
Mirá, yo colecciono discos de todo el mundo, tengo cerca de 25 mil. Todos los discos que tengo son muy buenos y los he comprado, y a todos esos discos alguien los hizo, alguien los produjo. Ninguno es hit, tenés que ir a buscarlos. Melopea es una realizadora donde se hacen esas cosas que siempre te han dicho que no se pueden hacer. Rescata trabajos que me parece injusto que se pierdan y concreta otros por los que nadie apostaría un cobre. Pienso que el sello, ahora que ha pasado los 400 títulos, es bien de carácter documentalista. Cuando muestro el catálogo por Europa, ¡algunos tipos se creen que somos millonarios! Por suerte siempre salen cosas nuestras por Italia, Francia, España, Inglaterra y demás.
Frente al empobrecimiento de época que percibe, ¿Qué expresiones musicales lo sorprendieron alegremente en los últimos años?
Hay músicos jóvenes muy buenos dedicados a la fusión y al tango, hay muy buenos músicos de folclore por todo el interior, Santiago, Salta, Tucumán, Entre Ríos. Cuando un capitalino va no puede creer la cantidad de músicos de primer nivel, porque acá no los pasa ninguna tele ni ninguna radio. Pero creo que está bien, porque la base de la música o de la cultura de un lugar no tiene por qué ser hecha por tipos que sean famosos, los famosos son otros. A lo mejor la columna vertebral son tipos que tocan bien y no tienen por qué ser Batman. Esa gente joven, además, es la que pase lo que pase con las modas va a seguir en esta profesión con una dinámica de concepto artístico. Porque a los que les importa la fama van haciendo lo que en cada momento te lleva a la tele. Una vez hice una nota para uno de televisión, de estos que vienen todo rápido diciendo “cuidado cuidado que ahí ya me dan aire, ya salimos, rápido, venimos”. El tipo me dice “decime alguna cosa que hayas hecho importante así la digo cuando te presento”, y entonces le digo “mirá, escribí cerca de mil canciones”, y me contesta “no, que más, otra cosa”, “bueno”, le dije, “mirá, me violé a mi hermana”, a ver si era suficientemente fuerte, el tipo no lo podía creer.
1 comment:
Litto Nebbia hablando...es casi igual que tocando...Felicitaciones y gracias por esta entrevista...
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