“Kirchner se dedicará a armar la fuerza nacional”
Publicado en Debate, Mayo 2007
Licenciado con honores en Derecho y Economía en la Universidad de Buenos Aires y luego de politólogo en París, José “Pepe” Nun dedicó su vida a investigar lo político, tanto en el Conicet como en diversos centros académicos de primera línea internacional, donde su obra es material de consulta permanente. Recién cuando Néstor Kirchner –a quien asesora desde que empezó su mandato- le pidió que sucediera a su bien conocido Torcuato Di Tella al mando de la Secretaría de Cultura de la Nación, a fines de 2004, a sus setenta años, Nun se embarcó por primera vez en una tarea de la gestión pública.
En estos casi dos años y medio se moldeó como un capitán ejecutivo de políticas estatales, de manera que enfatiza el relato detallado de la importante cantidad de acciones que realiza la Secretaría, pero también desenfunda, si es requerida, su profunda lucidez sobre la coyuntura política actual, desde la camiseta del gobierno al que pertenece.
Su gestión apuesta fuerte al Bicentenario ¿Le preocupa que no se genere fervor popular?
No, creo que lo vamos a suscitar. Estamos con mucha iniciativa y cada vez más gente, sobre todo de las provincias, se nos está acercando; está creciendo el interés por el bicentenario a ojos vista. Los argentinos no tenemos la tendencia anglosajona a planificar con una gran anticipación las cosas, y en los tres años que faltan vamos a ser capaces de generar ese fervor. Lo que usted me está preguntando en verdad es si nos sentimos en condiciones de fortalecer la identidad nacional, y yo creo que el bicentenario es un gran pretexto para lograr ese objetivo, para hacernos pensar cómo hemos vivido juntos hasta acá, cómo podemos seguir viviendo juntos. Reestablecer ciudadanía e identidad nacional es nuestro objetivo de máxima.
También las identificaciones políticas clásicas se han derrumbado. ¿Cómo se organiza, en año electoral, el tablero de opciones políticas, izquierda y derecha, malos y buenos?
La pregunta es tan importante como compleja. Lo único que uno puede decir con relativa seguridad es que en la Argentina no hay partidos políticos nacionales. Un partido político como el Justicialista en es realidad un agregado de partidos provinciales.
Chacho Alvarez hablaba de confederación de intereses.
Exacto, una confederación. Y el radicalismo ha quedado diezmado. Desde el momento en que hay cinco gobernadores radicales K repudiados por el resto del partido a su vez dividido entre los lavagnistas y los artacistas. El otro día Rosendo Fraga decía que el radicalismo es un partido sin fuerza política y el justicialismo una fuerza política sin partido. Creo que la frase es muy discutible, porque en algunos lugares el radicalismo tiene fuerza política y tampoco se puede hablar del justicialismo como una fuerza; dentro suyo hay todo un arco político.
Esa pluralidad oficial es acaso la que permite que usted esté ocupando este sillón.
Absolutamente. Ahora, esto no deja de generar problemas institucionales importantes, porque una cosa es que en la función pública se pueda descansar en el respaldo de un partido que provee cuadros convencidos de una visión común de la realidad, y otra cuando eso ha sido pulverizado. No está ocurriendo solamente acá, aunque tal vez aquí sea más marcado que en otros lados porque Argentina nunca tuvo realmente un sistema de partidos, eso es lo que nos diferencia fuertemente de Chile y Uruguay. Pero Brasil está en la misma situación que Argentina.
Considerando tanto esa ausencia de partidos como la crisis de la representatividad, ¿Cómo se relacionan actualmente los políticos y la población?
Hay que distinguir niveles de políticos. Está el puntero, que establece una relación eminentemente clientelística tratada peyorativamente en general ‘por los órganos de prensa bienpensantes, pero yo creo que debe ser tratada en forma bastante más matizada, porque la relación entre el puntero y su clientela es de doble vía y estable (los estudios al respecto de Javier Auyero son reveladores). Otro tipo de político es el que está inserto en el aparato del Estado, desde donde reproduce prácticas similares. Y después está el político que establece una relación imaginariamente personal con el votante, a través de los medios de comunicación. De allí la necesidad que hay de una exposición permanente, de estar hablando todo el tiempo. Y tratando de eludir temas que resulten urticantes o tiendan a hacer perder votos. Entonces se da una especie de fuerza centrípeta que lleva a que las posiciones de los candidatos se parezcan, mucho. Creo que es importante que haya presiones para que se pongan en evidencia los cortes, las diferencias.
¿Cuáles podrían ser los argumentos específicos del oficialismo para escapar de esa homogeneización?
En primer lugar, Néstor Kirchner reestableció la autoridad presidencial en la Argentina, que cuando asumió estaba absolutamente devaluada. Tuvo que reconstruir el papel del Presidente en este país. Después, su lucha auténtica por los derechos humanos. La Obediencia debida y el Punto final no desaparecieron por generación espontánea y la anulación de los indultos es un paso adelante enorme del país. Además ha conducido la economía con una mano muy firme que permitió una recuperación inesperada. Es una hazaña indiscutible haber disminuido la pobreza a la mitad. Lo que no significa que un veintitanto por ciento no sea bochornoso, por eso Kirchner dice que aún estamos en el infierno. Lo que hay que marcar es la tendencia. Se percibe en el aumento del consumo. Porque hay una dimensión que es la generación de empleo, otra que es la estabilidad monetaria, y no se puede apostar a las dos simultáneamente. El neoliberalismo siempre opta por la estabilidad monetaria, inflación cero. Ahora, si usted apuesta al crecimiento del empleo, imprescindible para la justicia social, para que el crecimiento se transforme en desarrollo, necesariamente va a pagar la consecuencia de un cierto aumento de precios, porque la demanda va a estar creciendo más rápido que la oferta. Nadie dijo que esto sea catastrófico. En realidad, estudios de la UNCTAD, el organismo de ONU dedicado a los temas de comercio y desarrollo, muestran que una inflación del 15 o 20 por ciento anual es un precio absolutamente lógico para pagar en un proceso de crecimiento rápido y de distribución del ingreso.
Me refería más a hacia dónde apuntaría usted los cañones en esta nueva etapa.
Hay una enorme cantidad de tareas pendientes. La reforma impositiva, que es la condición para una redistribución del ingreso necesaria para reducir las enormes desigualdades que existen en el país. Es muy difícil, como lo prueban las reacciones desmedidas contra las retenciones a los ingresos por exportaciones agropecuarias, que, quiero señalar, son inferiores en un 50 por ciento a las que durante Onganía impuso Krieger Vasena.
La reforma judicial es un tema mucho más complicado; se hace mal, creo, en llamarla reforma, porque necesariamente se trata de una transformación de todo el poder, donde salvo que hubiera habido una revolución no se puede cambiar a piacere a los jueces. Es un proceso necesariamente largo. Fíjese que cuando el Presidente hizo un comentario absolutamente legítimo cuestionando las demoras inusitadas de la Cámara de Casación, uno de los diarios más influyentes del país tituló su editorial del día siguiente “El fin de la República”. Quiero decir: es un terreno minado, donde se tiene que avanzar con mucho cuidado.
Aquí hay un tema de la mayor importancia que es el tema comunicacional. Soy un convencido de que si a la población se le explica cómo son las cosas, qué es lo que se quiere hacer y por qué, en su mayoría está en perfectas condiciones de entenderlo. Hay que trabajar más en materia comunicacional; creo que el gran motor de las transformaciones que tienen que producirse es el apoyo de la opinión pública.
Sin bien hay muchas complicaciones para poder predecir el voto, en el caso de un gobierno tan exitoso como este, que además va a promover una figura de fuerte impacto popular, sea el Presidente o su esposa, están obviamente dadas las condiciones para un triunfo muy claro. Particularmente si se tiene en cuenta la desarticulación de la oposición.
¿Sigue prefiriendo la candidatura del Presidente para aprovechar su experiencia adquirida, como expresó en Julio pasado?
Bueno, yo desde entonces he matizado ese juicio, tomando en cuenta otro elemento, un análisis que no me parece desatinado. Si quien se presenta a la elección es nuevamente el Presidente, a los dos años se va a transformar en lo que los anglosajones llaman un pato rengo: todo el mundo sabrá que le quedan dos más y allí termina sí o sí. Como consecuencia pierde autoridad y la cuestión es a favor de quién. Si tuviera un partido sólido detrás que lo respaldara, se haría cargo de robustecer esa autoridad que el Presidente podría perder por su alejamiento inminente de la escena. Ahora, si lo que tiene detrás la confederación de la que hablamos antes, esos dos años pueden volverse dos años de terribles enfrentamientos que debiliten profundamente la gestión del gobierno. Por supuesto esto no tendría por qué ocurrir si el éxito de ese segundo mandato fuera tan espectacular como el primero, pero es hacer una apuesta muy fuerte, uno no controla la innumerable cantidad de variables de la situación política nacional e internacional.
Entonces, desde esa perspectiva, un gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, quien está claro que está amplísimamente calificada para desempeñarlo y en estos años también adquirió una gran experiencia, tendría la gran ventaja adicional de que a los dos años no sería un pato rengo, tanto por su posible reelección como porque su propio marido podría ser candidato.
Yo estoy convencido, lo dije varias veces, que el Presidente es el mejor político en actividad que hay en Argentina. Tiene una intuición y una sensibilidad políticas que no tiene ningún otro. Y creo que esta ecuación de aprendizaje en la función versus pato rengo sin partido de respaldo la intuyó rápidamente y es lo que tuvo en cuenta cuando comenzó a hablar de la candidatura de su esposa.
En la era Merkel, Bachelet, Hillary, ¿la candidatura de Cristina gana prestigio de modernidad?
Cristina tiene una sólida trayectoria legislativa de muchos años, lo que también le ha dado un gran aprendizaje acerca de la cosa pública. No es que el país tenga que optar por ella para modernizarse, no creo que eso esté tan en juego como la continuidad del proyecto. Particularmente, para que el Presidente pueda dedicarse a armar ese partido político que falta. El se dedicaría entre otras cosas a recorrer el país para construir esa fuerza política de consistencia orgánica nacional que el Frente para la victoria hoy no es.
O sea que la fuerza se construye desde arriba hacia abajo, al contrario del modelo tradicional donde se crece hasta llegar al poder.
Sí, es cierto, pero la historia argentina es muy particular y ha llevado a esta situación. Hoy lo que surge más bien de abajo tiende a fortalecer los liderazgos locales, que son los que no encuentran articulación con un movimiento nacional, que es lo que ahora hay que poner en marcha. Y soy un convencido de que en esto una idea fuerza como la del bicentenario puede jugar un papel de enorme relevancia, si uno lo considera no solamente como una celebración que tendrá lugar en el 2010 sino como la posibilidad de un momento de gran entusiasmo colectivo en que se revisan la manera en que convivimos los argentinos, en que asumimos nuestra identidad nacional y en que le damos soporte para que pueda desplegarse. Creo que el Presidente está pensando en esa tarea, su obra del bicentenario es dotar a la Argentina de una fuerza política organizada de nivel nacional, articulada, de la que carece. Sería una tarea histórica.
Wednesday, January 23, 2008
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